El informe presentado por la alta comisionada ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, es un golpe de gracia para el régimen. De nada valieron las apresuradas refacciones y dotaciones en los centros hospitalarios del país, un ejército de adeptos revolucionarios llegó en cambote a los diversos espacios visitables, tratando de transformar en horas el olvido de años de incompetencia. Sus rostros mostraban la urgencia de cubrir cualquier resquicio que revelara la realidad. Por su naturaleza de neófitos, en las reglas que conducen estos organismos, creyeron que cualquier brochazo sería la llave maestra que ocultaría la verdad de los hechos.
Ese tipo de comisiones tiene la pericia de haber estado en más de ochenta naciones, en donde también se ocultaba evidencia. Ninguna treta de última hora puede condicionar a funcionarios altamente preparados, mucho antes de llegar ya manejaban numerosas pruebas. En nuestra modesta opinión, y analizando otras experiencias, poco se dejan llevan por elementos que surgen durante sus visitas. Están curados de espantos con demostraciones de última hora, y más cuando tienen una oficina en el país desde donde monitorean cada abuso que se presenta.
Habla sobre la falta de libertad de prensa, la persecución y sometimientos que reciben los medios por parte de un sistema corrosivo que coarta cualquier espacio para exponer las ideas
El informe refleja la cruda realidad que vivimos. En primera instancia denuncia los diferentes crímenes, torturas y sometimiento forzoso de ciudadanos que, ejerciendo su derecho, luchaban contra la dictadura, por parte de grupos represivos del Estado. Habla también sobre los presos políticos a quienes se somete a los peores escarnios conocidos.
“En 2018 se informó de al menos 205 muertes atribuidas a las Faes. Otras 37 personas fueron presuntamente asesinadas en enero de 2019 en Caracas. Al parecer, algunos de estos asesinatos se han producido según un patrón similar: ocurren durante allanamientos ilegales de domicilio realizados por las Faes, y posteriormente estos órganos notifican el fallecimiento como resultado de una confrontación armada, aunque los testigos declaran que las víctimas no portaban armamento alguno”.
La criminalización de la protesta les dio alas a quienes, utilizando su poder disuasivo, se transformaron en verdugos. Y el drama hospitalario es reflejado como la desgracia de una nación en donde la gente muere por falta de medicinas, donde fallecen pacientes crónicos y mujeres y niños sin ningún tipo de correctivos.
El documento de Bachelet también habla sobre la falta de libertad de prensa, la persecución y sometimientos que reciben los medios por parte de un sistema corrosivo que coarta cualquier espacio para exponer las ideas. Además, hacen una severa crítica con respecto a nuestro sistema eléctrico y su debilidad estructural, dada la poca inversión. En otro aparte expresan su preocupación por la existencia de un millón de niños que no acuden a la escuela por carecer sus padres de alimentos, ya que los planes gubernamentales de comedores escolares han colapsado.
Como podemos inferir, el informe es un mazazo para el régimen, que buscaba esta bomba de oxígeno. No solo porque desnuda ante el mundo la desgracia de una dictadura sin piedad, sino porque quien encabeza toda la denuncia, Michelle Bachelet, es una figura de la izquierda democrática del mundo. Dos veces presidenta de una nación emergente y con crecimiento interesantísimo como Chile, hace de su criterio, y más para un gobierno que se tilda de progresista, un verdadero apoyo en tiempo de urgencias y reacomodos.
Cuando ella hace la imputación, les clava una estaca en el corazón. Algunos ‘cerebros’ opositores la acusaban de parcial o acomodaticia: según cambian las cosas en Venezuela. Desconocen que su padre, Alberto Bachelet, general de brigada de la Fuerza Aérea de Chile y miembro del gobierno de la Unidad Popular liderada por Salvador Allende, murió en una prisión durante la dictadura de Augusto Pinochet, debido a que fue sometido a múltiples torturas. Igualmente, ella y su madre, Ángela Jeria, fueron capturadas por la Dina (Dirección de Inteligencia Militar) para después llevarlas al reclusorio de Villa Grimaldi, en las afueras de Santiago, en donde recibieron vejaciones de todo tipo. Es decir que su propia experiencia en dramas humanos hizo más que cualquier aparente simpatía con Miraflores…
@alecambero