Esta semana coincidieron la divulgación del informe de la ONU sobre drogas en Colombia y el anuncio de la “nueva” política contra el narcotráfico del gobierno Petro. Fue un encuentro entre la dura realidad y la ficción delirante. Nada bueno podemos augurar para el futuro del país frente a un persistente agravamiento del problema del narcotráfico y un gobierno que vive en el mundo de las ilusiones ideológicas delirantes.
Según la ONU, el año pasado el número de hectáreas de coca sembradas creció 13 % al pasar de 204.000 a 230.000, es decir, ahora hay 26.000 hectáreas más que en 2021. Nunca había habido tanta coca; hoy hay más coca sembrada que caña de azúcar en Colombia. Más preocupante aún es que la producción potencial de cocaína creció un impresionante 24 %, subiendo de 1.400 toneladas métricas a 1.738 toneladas, es decir, la producción se aumentó en 338 toneladas.
A esta situación ha contribuido un discurso complaciente con la siembra de coca, pues como dijo Petro en su ocasión, “es más dañoso el petróleo que la coca”. Un discurso con efectos perversos, que viene desde los acuerdos de paz con las Farc, en el sentido de que la coca es intocable, y que hay que tener coca para ser beneficiario privilegiado de los programas asistenciales del Gobierno, lo cual ha estimulado su siembra. Así, la erradicación de coca ha caído en picada, a tal punto que mientras en 2021 el gobierno Duque erradicó 103.000 hectáreas, entre enero y julio de este año solo se han erradicado 9.000 hectáreas.
El casi nulo esfuerzo de erradicación de coca y el aumento de las hectáreas de coca cultivadas durante su primer año de gobierno hace muy poco creíble que vaya siquiera a acercarse a esa meta.
El otro factor que ha propiciado la multiplicación de los cultivos es la práctica inmovilización de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional como consecuencia de los múltiples acuerdos de cese del fuego del Gobierno con una amplia gama de grupos armados criminales, todos ellos vinculados hasta el cuello con el narcotráfico. Como resultado de esa parálisis de las fuerzas del Estado, estos grupos se han expandido, han fortalecido su dominio territorial y su control de la población, con lo cual el narcotráfico tiene ahora las condiciones más propicias para el desarrollo de sus actividades ilícitas de siembra, procesamiento, comercialización y lavado de dinero del narcotráfico.
Frente a esta situación catastrófica de auge del narcotráfico en Colombia, que implica más violencia, más corrupción, más contrabando, más desequilibrios económicos, y más desestabilización institucional, el Gobierno para salvar la cara anuncia un plan integral, multidisciplinario, amplio, inclusivo, multidimensional y, claro, holístico. Que aunque lo presenta como algo innovador y nunca antes visto, en el fondo y en muchos aspectos es más de lo mismo que anteriores gobiernos han ejecutado, algunos con mucho éxito, otros con regular y otros con ninguno.
Para salvar la cara frente a Estados Unidos, y evitar la indeseable descertificación, el gobierno Petro dice cínicamente que su meta es erradicar definitivamente el 40 % (¡!) de todos los cultivos de coca, es decir, reducir los cultivos en 92.000 hectáreas, y además sacar a 50.000 familias de esa actividad ilícita. El casi nulo esfuerzo de erradicación de coca y el aumento de las hectáreas de coca cultivadas durante su primer año de gobierno hace muy poco creíble que vaya siquiera a acercarse a esa meta, ya no digamos a comprometerse de verdad a cumplirla.
Pero suponiendo que existiera voluntad de erradicar la coca, que no la hay, la incompetencia demostrada del Gobierno para hacer cualquier cosa atenta fatalmente contra el logro de esa meta. Para empezar, tendría que recuperar primero el control territorial que ha perdido a manos de las bandas narcotraficantes. Para ello tendría que atacarlas y entonces su cese del fuego y su paz total se irían al traste. Pero Petro no va a sacrificar su paz total a cambio de algunos progresos contra el narcotráfico. Y la paz total no va a avanzar mientras las bandas armadas se lucren de la forma cómoda y exorbitante como lo están haciendo con el narcotráfico. Política delirante.
ALFREDO RANGEL