El mundo se dirige a una época inusitada de gran rearme, que la guerra en Ucrania no ha hecho sino incrementar. Según el prestigioso Instituto de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (Sipri), en 2020 se produjo el mayor incremento anual armamentista desde que se tienen registros. Durante el pasado 2021, a pesar de que las istraciones del mundo parecían estar centradas en erradicar o contener la pandemia de covid-19, los gobiernos de todos los países elevaron hasta un monto jamás visto el dinero invertido en material militar, hasta llegar a una cifra global superior a los dos billones de dólares. Cuatro países se volcaron en los gastos de Defensa/guerra: India, China, Estados Unidos y Rusia, en ese orden.
La guerra de Ucrania no ha hecho sino acelerar esa tendencia al rearme universal, con la implicación total de la Unión Europea, hasta ahora un continente de paz, después de las nefastas experiencias de dos guerras mundiales con base en su territorio. La amenaza rusa ha convocado a los europeos a construir una política de defensa propia, más allá del paraguas estadounidense. Así, hemos visto al responsable de la política exterior europea, Josep Borrell, un economista humanista y pacífico, estimulando enérgicamente al Viejo Continente a incrementar sus gastos en defensa para constituirse en un actor geoestratégico potente, con un escudo propio que, por el momento, no deja de enviar material militar a Ucrania, a la que se dispone a recibir como nuevo miembro de la Unión.
De este modo, se experimenta en Europa una deriva presupuestaria que revisa las políticas de acogida de inmigrantes y demandantes de asilo, las políticas contra el cambio climático o hacia la transición energética para enfocar los recursos disponibles en favor un incremento del gasto militar que hoy ocupa un lugar destacado en las prioridades de instituciones y gobiernos. Se destaca el caso de Alemania, que tras la ‘posguerra fría’ en la que trató de incrementar una política de total desarme, ha revisado planteamientos, con un inédito acuerdo de los partidos de gobierno —verdes, socialdemócratas y liberales— hacia un giro espectacular de su política de rearme y seguridad, según analiza la revista ‘Foreign Policy’. En España, la iniciativa del gobierno socialista de Pedro Sánchez de incrementar en dos años el 20 por ciento de las partidas militares en los presupuestos militares ha provocado un terremoto con sus socios de gobierno del partido de izquierda Podemos.
Por su parte, China, a la que dediqué una anterior columna, anuncia que va incrementar este año el gasto militar en un 7,1 por ciento hasta 230.000 millones de dólares, debido a “un periodo crucial en el que necesita salvaguardar su soberanía nacional y modernizar las capacidades militares por las severas amenazas externas y la inestable atmósfera de seguridad”, según fuentes oficiales. La vista puesta en Taiwán y en el mar de China, lógicamente.
Las potentes industrias militares públicas y privadas de Estados Unidos han sido las grandes ‘beneficiarias’ de la guerra en Ucrania. Cuarenta y siete de los parlamentarios que aplaudieron al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, tras su intervención virtual en el Congreso estadounidense tienen acciones en la industria militar. Tras las campañas de Irak y Afganistán, los fabricantes de armas de Estados Unidos han sellado su prosperidad en la guerra de Ucrania, que se estima va a ser prolongada indefinidamente en detrimento de posibles soluciones diplomáticas que nadie promueve realmente. La tendencia es universal.
Ya en la primera semana de invasión a Ucrania, el pasado 24 de febrero, el valor de las 15 empresas armamentistas con mayores ventas en el mundo y que cotizan en las bolsas de valores (9 estadounidenses, 4 europeas y 2 chinas) se apreciaron en un 10 por ciento. Algunas con cifras muy superiores: la sa Thales, en un 26,4 por ciento; la alemana Leonard, un 25,6 por ciento; la estadounidense Lockheed (el mayor contratista militar de Estados Unidos), en un 15 por ciento. Las expectativas de beneficio con la guerra de Ucrania no han dejado de crecer en los últimos meses.
Siempre ha sido así, sucedió durante el pasado siglo en África: tras el sufrimiento humano que provocaron guerras e invasiones. Nunca tardan en llegar los buitres de los intereses armamentísticos a los que poco les interesa la paz.
ANTONIO ALBIÑANA