¿Podemos cambiar el mundo cambiando de pensamientos? En esto reside el poder descrito y desarrollado desde distintos movimientos de yoga, religiones y filosofías cognitivas hasta tendencias de estudios contemporáneos como la de los imaginarios urbanos o los psicoanálisis terapéuticos. Se puede partir del hecho de que el ser humano es responsable de sus deseos, pero estos pueden estar bloqueados y resistencia es justo todo aquello que se propone tapar sus deseos. Sin embargo, hay momentos en los que la vida se abre más a los cambios y el inicio, y cada año es uno de esos instantes estelares en los que los pensamientos redentores pueden llevar la delantera sobre sus resistencias.
La vida sin esperanzas y sin anhelos suele marchitarse. La división del tiempo en periodos de meses y años, además de las referencias históricas, tiene un ritmo propio de la psicología humana, y terminar el año es el fin un ciclo, lo que nos conecta con el pasado y seguramente con la muerte; de ahí las fiestas y las locuras de esos días finales, para tapar el dolor de lo que se evidencia. Pero enero es nacimiento. Sentimos una especie de renacer que nos lleva a hacer planes, a imaginar lo que viene, asistimos al renacer de una ilusión compartida entre muchos.
Varios cultivadores de esas disciplinas limítrofes, que no son siempre científicas pero sí campos de reflexión organizados y con prácticas para sus seguidores, comprueban el poder no solo de la mente sino del cuerpo y la necesidad de estar junto a los semejantes, participar de cuerpos o voces o pensamientos que nos unen. De este modo se explica el poder curativo de la oración o, en el otro lado, el ‘mal de ojo’ para que no se realicen anhelos de algún enemigo.
En varios escenarios he venido escuchando la necesidad de que cada quien quiera su cuerpo y no solo lo use, que lo consienta y le prodigue bienestar, no solo darle belleza y salud, lo que está bien, sino además expresarle gratitud y recocer que el cuerpo tiene sus razones…
En nuestras propias investigaciones de imaginarios, sobre los deseos colectivos y sus percepciones, hemos hallado que los ciudadanos ven, huelen u oyen cosas que no son, realidad que han decidió ignorar, como un mal recuerdo o un mal olor para hacer la vida más amable. La realidad no solo la capta la ciencia, sino la sociedad que orienta sus propios deseos. Y enero está hecho para construir fantasías, a pesar de las pésimas predicciones con las que nos amanecen.
ARMANDO SILVA