En enero del 2006, por mediación de Jaime Abello, tuve la oportunidad de conocer a Gabo en la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena. Para celebrar los 30 años de ‘Cien años de soledad’, la Unal había preparado una publicación de su obra coordinada por mi colega Neyla Pardo y participé con ‘Crónica’.
Apenas me presentaron, Gabo conversaba con un crítico coreano sobre su obra preferida. El coreano se mantuvo en ‘Cien años…’ y Gabo destacó ‘El amor y otros demonios’. Mientras ojeaba el libro que le entregué, me dijo: “¿Irás por ‘Crónica’ ”?; “No, aprecio mucho ‘El coronel’ ”. Y seguí: “… la apasionada de ‘Crónica’ es mi hija”. Quiso hablarle, pero le expliqué que tenía solo 14 años y estaba en Bogotá. Mi hija, entonces, recibió repentinamente una llamada, pero fue tal el impacto que terminó desmayada al comprobar que escuchaba la voz real del autor de sus encantos, sufriendo ella misma un vértigo macondiano.
Pienso todo esto cuando reabren el Colón con ‘El coronel no tiene quien le escriba’, nada más oportuno: he estado buscando algún acontecimiento que nos saque una vez se abre el mundo de nuevo. La metáfora del coronel parece ser la del encierro y salida; el encierro del álter ego del coronel en París con una economía de subsistencia cuando escribió su relato y ahora la reapertura del Colón y la primera obra de la pospandemia con la que nos recibe J. Alí Triana.
¿Pero quién era el coronel? Quizá uno de los personajes mejor concebidos en las letras hispanas. Su autor no había desarrollado tanto las características del realismo mágico y esta narrativa aún se mantiene en un cierto nivel realista. El coronel no es un mago ni sube en cuerpo al cielo, es un hombre curtido, encerrado con su mujer y un gallo amarado a las patas de la cama, que prepara para el combate y el cual sería su redención, pues la esperada pensión no llega. Es posible que este insólito e ingenioso ser se parezca más a Colombia que Melquiades, los Arcadio o Santiago Nasar.
Este montaje con dos grandes artistas, Germán Jaramillo, el coronel, y Laura García, su mujer, es el plato exquisito: nos faltaba algo extraordinario que nos colmase de ensueño para salir del encierro. El coronel estará viajando por ciudades colombianas y por muchos medios, anunciando lo que le respondió a su esposa: “La vida es la mejor cosa que se han inventado”. Pero “la ilusión no se come”, le replica. El coronel le descarga esta frase de amor: “No se come, pero alimenta”.
ARMANDO SILVA