El miércoles 4 de diciembre de 2019, en la feria de Art Basel, Miami, el artista italiano Maurizio Cattelan pegó con una cinta gris autoadhesiva una banana en la pared, la llamó Comediante; manifestó que era su obra de arte y ahí se rebotó el avispero. Se trataba de tres versiones de bananas, las dos primeras fueron compradas cada una por US$ 120.000, la tercera se valorizó al otro día 150.000; pero entonces el viernes otro artista estadounidense, David Datuna, performista, se la comió y llamó a su acción “artista hambriento”.
La fruta fue remplazada de inmediato con otra simple banana comprada en el mercado vecino por 50 centavos. Mucho se dijo, que era genial (The Guardian) o la peor del evento (Arte Net). Compararon a Cattelan con Warhol o Duchamp y varios bromistas del arte. Puso en caliente la discusión de los límites del arte, su valor y las fronteras. Will Gompertz, exdirector de la famosa Tate Galery de Londres, en su reciente y diciente libro Mira lo que te pierdes: el mundo visto a través del arte (eBook 2023) vuelve a varios interrogantes con el estudio de 31 artistas modernos y contemporáneos, analiza sus recursos teóricos y artísticos y deduce su valoración.
Uno de sus argumentos centrales afirma que desde el arte vemos lo real del mundo, lo cual perdemos por perjuicios o estereotipos, nos acostumbramos a “ver el mundo desde una cámara, pero los ojos ven más”. Los impresionistas del siglo XIX, quienes crean sus obras a la par del mismo descubrimiento de la fotografía, supieron distinguir las tonalidades de la realidad que no daba la tecnología. “Antes de la fotografía los artistas no pintaban lo que ellos veían, sino una versión idealizada el paisaje”.
Otro interesante debate es el mercado. El arte tenía un objeto para vender; la periodista Paula Corroto (El Confidencial) lo infiere con motivo de su libro ¿Qué se compra en el mercado contemporáneo? “El mercado del arte está loco. La gente paga hoy cantidades ingentes por obras muy mediocres”. Ahí está el dilema de la banana, ¿qué adquirieron los coleccionistas al comprar una fruta que se pudre y desaparece? ¿Un concepto? ¿Una referencia histórica? ¿Un chiste? En fin; la riqueza de lo contemporáneo es que ha puesto el arte a la medida de todos: una banana. Pero también puede exigir para verlo desde profundas reflexiones de la filosofía o la semiótica, hasta de la neurociencia, que busca entender qué es lo real en el cerebro.
ARMANDO SILVA