Un héroe era un semidiós con grandes hazañas para redimir a los humanos; ahí está Hércules, matando monstruos que aterrorizaban al pueblo. ¿Hoy dónde están? Varios vienen de los medios, Superman o Batman, copiados de esos originarios y dotados de superpoderes, como todos lo desearíamos. Tres de ellos, recreados luego de la pandemia, podrían darnos pistas.
Batman tomó de modelo a un carnicero real de N. Y. que ayudaba a los pobres bajo una máscara, combatía a ladrones con un joven amigo, Robin. El cine lo asoció con la noche y tomó de trasfondo la mítica N. Y. gótica, como el Empire Estate, de tal suerte que cuando uno la visita le parece que va a toparlo por la Fifth Avenue. Cual murciélago, se mueve con cuerdas entre edificios, pero también con motos y carros visionarios que van actualizándose; en este último filme, The Batman, llega a su clímax. A este enigmático paladín no le interesan las mujeres o la riqueza, solo el bien y perseguir malhechores.
El agente 007 también busca la justicia, con otro perfil. Nace del papel, de las novelas de Ian Fleming. Enviado por su majestad para defender el reino (británico), debe enfrentar todo espionaje. Apasionado de la microtecnología, carros que vuelan y toda clase de lujos urbanos, pero sobre todo bellas mujeres, enviadas para seducirlo y acabarlo, quizá envenenarlo, pero terminan cediendo al agente conquistador: me llaman Bond, les enrostra... Sin tiempo para morir es una reconexión de toda la saga previa para terminar con el anuncio: 007 regresará. O sea, vuelve a empezar.
El filme franco-iraní Un héroe (Asghar Farhadi), un ciudadano común encuentra un botín de oro, con lo cual pagaría una deuda, pero decide devolverlo y recibe el elogio de los medios, asombrados de que aún haya seres honrados y solidarios. Son apenas 5 minutos de gloria y heroísmo, y viene la caída. El inteligente y sagaz filme deja ver las dificultades para hacer un héroe hoy, en la era mediática y digital.
Ninguno de los tres son arquetipos conectados con lo sagrado, como los mitos, sino más bien héroes de culturas de masas, figuras paganas, lejanas a los santos de la iconografía religiosa y pertenecientes más al cine y ahora a seriados de las plataformas. Más que héroes creamos ídolos, como aquel jugador que metió un gol que clasificó un país, o antihéroes, eso sí muchos, como el narco extraditado a EE. UU. que dejó ver algún gesto de burla, y la prensa tituló: ‘La sonrisa del mal’.
ARMANDO SILVA