Todos sabemos de la paupérrima calidad de nuestra televisión. Publicidad, enlatados, publicidad, dudosos noticieros, publicidad, entretenimiento, publicidad, etc., publicidad. Pues bien, nuestro Presidente no ha tenido una mejor idea que embucharse todos los días, de seis a siete, en nuestras pantallas para dirigir o coordinar o moderar un insulso programa en el que mal explica, mal informa y mal interpreta distintos aspectos del país y del Gobierno, bajo el muy mundialmente socorrido pretexto del coronavirus.
Digo pretexto como puedo decir disculpa, excusa, estrategia, marrullería o cualquier otra jugadita para cambiar la imagen política. Para hacer ver que se gobierna, que se tiene preocupación por la gente, que se sabe cómo se comporta y se combate el virus.
Es decir, para mostrar todo lo contrario de lo que se hace, se sabe y se gobierna. Tan intensas y pertinaces son sus intervenciones que nos recuerdan las criticadas intervenciones, por dictatoriales y mentirosas, del finado Hugo Chávez, las Aló, Presidente. Ese programa se daba una vez por semana, los domingos, pero aquí el programa que modera Duque es diario.
Nunca he podido saber muy bien quién piensa en ese gobierno, si es que hay alguien que lo haga. Vamos para dos años de desgobierno, y nos han hecho reír, decir y oír burlas y maldiciones con tantas embarradas, metidas de pata, idas y venidas. Ya nadie sabe quién lo asesora ni quién lo cuida. Aunque sabemos que su dueño es el que preside el Centro Democrático, hay rumores sobre el desencuentro entre Uribe y Duque. Claro que ellos piensan que ‘el Presidente es el Presidente, pero el partido es el partido’. Bizarra idea, sea lo que sea y lo que se quiera decir con ello. Pero debe de ser cierto el gracejo: “Pastrana se hizo presentador de televisión para ser presidente, pero Duque se hizo presidente para poder ser presentador de televisión”.
Después de tres meses de palabrería televisada se ha perdido el tiempo de encierro, sin
haber mejorado sustancialmente
el sistema de salud que atienda
la pandemia.
El “programa del Presidente”, como dicen los periodistas (no confundir con “programa de gobierno”) también es realmente decepcionante. Duque adoptó el mismo estilo de nuestra televisión: sin imaginación, sin ritmo, sin carácter, pero lleno de propagandas de lo que hace el Gobierno. El insistir sobre los programas de pobreza solo deja en evidencia que se debían haber hecho antes y en mayor cuantía y normalidad. Ahora se tenían que haber mejorado los sistemas de salud, una aplicación generalizada de pruebas sobre el coronavirus, el incremento masivo de las UCI. Después de tres meses de palabrería televisada se ha perdido el tiempo de encierro, sin haber mejorado sustancialmente el sistema de salud que atienda la pandemia. No basta repetir: lavarse manos, distancia social y tapabocas.
Y la prueba de la ineficiencia, el despiste, la incapacidad de gobernar y la debilidad ante las presiones ha sido el día sin IVA. Después del confinamiento lanzaron la gente a la calle para que solvente el problema del comercio, bajo la engañosa figura de la reactivación económica, cuando el claro beneficio es para los grandes comercios, los bancos y los importadores de electrodomésticos.
Los independientes, el sector informal y los desempleados no se reactivan. De todos modos, la medida es demagógica; reactivar las ventas de televisores y similares durante tres días no compensa las ventas no realizadas de tres meses. El Presidente dijo en su programa que ese día había sido un éxito, con solo detallitos que deberían mejorarse. Esperemos 14 días para ver cómo fue el contagio.
El programa del Presidente es tan fastidioso que he decidido esperar al noticiero para ver en otro canal Nuestros ancestros alienígenas. Es igualmente mentiroso, pero más divertido.
Carlos Castillo Cardona