Invocar su memoria es recorrer los intersticios de la literatura. Novelas, cuentos, diarios revelarán ahora y siempre algo de su misteriosa personalidad y del quehacer literario. Canetti decía que “Kafka es, entre todos los escritores, el mayor experto en el poder”, en la potencia de su invención, en los mundos de ficción que creó, en llevar el absurdo a lo más profundo de la condición humana. Los tenues lazos entre realidad y ficción, en él son arrebatos y lecciones de lucidez, pues pareciera que la incursión de sus creaciones acabara de nacer en el mundo. En casos como en El proceso y El castillo, su mayor y extraña virtud es la espera, afirma Roberto Calasso; es decir que su potente mundo interior percibe al exterior como una “masa sin límites, que se pierde en la oscuridad”.
En un ejercicio imaginario Borges habla de precursores de Kafka, entre ellos Han Yu, prosista chino del siglo IX, la paradoja de Zenón contra el movimiento que asimila a su novela El castillo, y relaciona la afinidad con Kierkegaard en “que abundaban en parábolas religiosas de tema contemporáneo y burgués”. Y redondea su tesis de que es un escritor de “los mitos sombríos y de las instituciones feroces”.
En la celebración de los cien años de su partida (2024), llamó la atención que la mayoría de sus lectores actuales son jóvenes, lo cual determina su permanencia en el imaginario de fieles seguidores a través del tiempo. En sus cartas y relatos encontramos algunas apreciaciones sobre la literatura, que delatan una pasión misteriosa y frenética. En De noche, la noche es un abismo y él se encuentra pisando sus bordes, “mientras alrededor duermen los hombres”. Ni los sueños de los otros perturban su misión. Es un vigía y vela por nosotros que dormimos, al margen de su periferia, y “el tizón que agita”, es la pluma que escribe, porque alguien tiene que dejar constancia, y “tiene que estar ahí”. Como si en sacrificarse por todos encontrara su verdadera redención en la literatura. Kafka siempre será un extraño para nosotros y él mismo. Allí su grandeza, con asiduidad –dice– “he pensado que la mejor forma de vida... consistiría en encerrarme en lo más hondo de una vasta cueva con una lámpara y todo lo necesario para escribir. ¡Lo que sería capaz de escribir entonces!”. En esa cueva nocturna imaginó y nos legó intrigantes páginas que sus devotos lectores agradecemos.