Con su carácter fuerte, con su actitud desafiante, con todos los atributos y con el respaldo incondicional del jefe de Estado, llega Patricia Ariza al Ministerio de Cultura, por el que ha trajinado por años, tratando de mover su arte y reclamando la ineficiencia de esa institución. Con prudencia, comentamos su llegada, y con optimismo, creímos que con el nuevo presupuesto aprobado al Ministerio de la cenicienta vendrían nuevos vientos. En solo pocos meses, la situación no puede ser más desoladora. Todos los que allí están son encargados; la interinidad se tomó el Ministerio, lo que da como resultado la no acción, la absoluta quietud... nadie contesta, nadie actúa, nadie se responsabiliza. El resultado: un ministerio inerte, enviado al abandono.
¿Acaso no se dice, a plena voz, que la cultura y todo lo que ella significa es un pilar del crecimiento del hombre y, en nuestro caso, el ingrediente dinamizador de la paz, de la convivencia, de la igualdad, de la expresión y el planteamiento de ideas para un mejor vivir?
El actual ministro, José Ignacio Zorro, fue designado con carácter de encargado mientras se decide sobre quién debe liderar la cartera. En los dos viceministerios hay personas encargadas. En esos despachos se abordan asuntos importantes como el “fomento regional y patrimonio” y los asuntos de “creatividad y economía naranja”. Los viceministros son los directos interlocutores con los actores de la cultura. Es necesario que esta interinidad se resuelva pronto.
En el momento de publicar esta columna, no había noticias. Quien sea que llegue, debe poner en su agenda temas primordiales.
El presupuesto para la cultura en Colombia ha sido marginal y resulta complejo realizar proyectos.
Primero: planteamos la preocupación por el presupuesto. La exministra Ariza logró un aumento de los dineros del sector y es necesario que esa tendencia se mantenga. Aquí proponemos que llegue alguien con capital político, que tenga respaldo y eco en el Congreso, y entiendan que es clave darle recursos a la cultura.
Permítanme traer lo recientemente vivido en Abu Dabi: esta ciudad nación no solo se ha convertido en un imán de inversión extranjera sino que, con sobrada razón, está impulsando infraestructura cultural, con el Museo del Louvre, el nuevo Museo Nacional y el Guggenheim. En fin, proyectos de impacto cultural y así llegar a la meta de ser la mejor ciudad en el año 2050. No solo es la planeación a largo plazo, es la visión que se tiene sobre el país, que se mantiene con el correr del tiempo.
En segundo lugar, angustia sentimos al ver que los temas de protección del patrimonio están perdiendo relevancia. Prueba de ello es que a este rubro le recortaron cerca de $ 7.500 millones en la vigencia del 2023. El presupuesto para la cultura en Colombia ha sido marginal y resulta complejo realizar proyectos.
Ahora mismo, lo que preocupa es no conocer las políticas y la estrategia a largo plazo para nuestro pobre sector. La exministra Ariza trató de hacerlo avanzar en algunos asuntos como los circenses, el teatro y los saberes ancestrales.
No oímos sobre temas como los bienes patrimoniales, ni de las artes visuales. Parece que el énfasis fuera solo en lo inmaterial, que seguro es muy importante, pero sin restarles importancia a las otras áreas y prácticas.
Debo decir que es grave que haya interinidad en el Ministerio, ya que estamos en las discusiones sobre el Plan Nacional de Desarrollo, ley con la que se definen las prioridades de los próximos cuatro años. Ojalá no terminemos con una política de cultura irrelevante frente a los demás aspectos de la agenda de país.
El actual gobierno viene de realizar la oposición por años. Ahora que tiene las riendas del Estado en sus manos, debe capotear el toro de la istración pública. Siento que la estrategia para estos cuatro años en materia de cultura y arte aún no engrana. Nosotros, que estamos pensando todo el día en qué actividades desarrollar para Bogotá y para el país, seguimos en el limbo.
¹ Título tomado de la obra del artista Fernando Arias.
CLAUDIA HAKIM
* Directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá