Se necesitan 20 años para construir una reputación y 5 minutos para arruinarla. Fragilidad en la confianza que se hizo trizas para dos instituciones de gran renombre en materia de cifras: la Organización de Naciones Unidas y el Departamento Nacional de Estadística, cuyos activos más valiosos y más frágiles –la credibilidad en sus informes– quedaron sorprendentemente maltrechos debido a errores, malentendidos o incluso pequeños descuidos.
Para arrancar, la ONU y sus monumentales 20.000 cadáveres que yacen sepultados en los hangares, suelos y subsuelos del aeropuerto internacional El Dorado. Es la mitad de la capacidad del estadio Atanasio Girardot, media plaza de Bolívar, once veces el tamaño de los empleados de toda la terminal área de Bogotá.
20.000 muertos que jamás olieron a mortecino, que nadie nunca vio, que no reconoce ni el propio Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, pero que al Comité de Desaparición Forzada de las Naciones Unidas –que supuestamente está para esclarecer los crímenes de guerra en el conflicto armado– le pareció una cifra razonable y creíble como para incluirla en el comunicado de cierre de su informe a la opinión pública.
¿Quién va a creer ahora en las estadísticas que manejan las distintas oficinas de Naciones Unidas? Por ejemplo, la Undoc, la oficina para el Delito y las Drogas, que anualmente entrega la cifra de cultivos ilícitos en el país y las toneladas métricas de cocaína producida. ¿Serán reales las 253.000 hectáreas de coca sembradas en Colombia y las 2.600 toneladas de cocaína fabricada al año? ¿Será cierto que la producción de polvo blanco sí creció un 53 % el año pasado?
20.000 muertos que jamás olieron a mortecino, que nadie nunca vio, que no reconoce ni el propio Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses
Mantos de dudas que también se extienden hacia una de las entidades más tradicionales y serias del Estado colombiano: el Departamento Nacional de Estadística. Oficina que esta semana entregó la cifra de productividad laboral que se necesita para calcular el aumento del salario mínimo para el año entrante, con una estimación oficial del 3 % para los nueve primeros meses del año. El triple de lo que estiman economistas y gremios de industriales, para quienes la cifra de productividad total rondaría apenas el 0,9 % durante ese lapso.
Desfase colosal que suscitó cuestionamientos de la Andi, Fedesarrollo, Anif y Fenalco, cuatro pesos pesados del mundo económico que le pidieron al Dane revelar cuáles fueron los supuestos y modelos matemáticos que se utilizaron para el cálculo de la productividad –tradicionalmente a cargo del Departamento Nacional de Planeación– por tratarse de una variable observable y no de una operación estadística tradicional.
Espacio para contrastar cifras que se estrelló contra un muro de oídos sordos en el Dane, cuya directora, Piedad Urdinola, se ranchó en el cálculo inicial de productividad y dijo que “el dato presentado no se cambia”. Arrogancia que aumentó el desconcierto y la desconfianza hacia las metodologías que utiliza la principal oficina de estadísticas oficiales y que son materia prima en la Mesa de Concertación Laboral y en los procesos de planeación estratégica de decenas de miles de empresas en Colombia.
Ya lo dice bien el refrán: se necesitan 20 años para construir una reputación y 5 minutos para arruinarla.
PAOLA OCHOA
En X: @PaolaOchoaAmaya