Cuando el actual gobierno comenzó a dar muestras de que su capacidad de ejecución de políticas públicas y de gestión del Estado era bastante precaria surgió una forma de oposición, muy desde sectores tecnocráticos que habían hecho parte de gobiernos anteriores, que reclamaba una evaluación de la gestión de Petro basada exclusivamente en los datos, no en los relatos. "Dato mata relato" decían.
Con esta iniciativa buscaban demeritar las decisiones tomadas por Petro en diferentes áreas de gobierno. El tiempo, en cierto sentido, les ha dado la razón: los indicadores de desempeño en temas públicos cruciales para el bienestar del país causan pánico. Hay al menos tres temas en que los datos nos sugieren que el próximo gobierno estará obligado a resolver crisis que podrían afectar gravemente a la sociedad.
El sistema de salud habrá que reconstruirlo. La situación de las salas de urgencia, entrega de medicamentos y citas para consultas y cirugías es casi de colapso. La ruptura de la disciplina fiscal lleva al país a un escenario de estancamiento productivo y deterioro de las variables claves de la macroeconomía. El manejo de Ecopetrol, de la política energética y de extracción de minerales implica unos costos enormes hacia el futuro, a la vez que el compromiso con la transición energética se ha quedado más en promesas que en hechos. El siguiente gobierno tendrá que trabajar desde el día 1 para minimizar los riesgos de un apagón.
No son los únicos temas donde las alarmas de crisis suenan: la 'paz total', la doctrina de seguridad, la educación superior, la construcción de infraestructura, la sobrecontratación de funcionarios por OPS, etc. Los datos están allí para demostrar que si algo deberá hacer un próximo gobierno que no sea una extensión del actual de Petro en primera o tercera persona será resolver crisis. Lo que implica reconstruir la tecnocracia y la burocracia especializada en esas áreas de gestión y en ofrecer unos nuevos lineamientos de política que no hagan sentir a la ciudadanía que se está volviendo al pasado.
Será el relato, y no los datos, el que ponga un presidente que corrija el rumbo del país.
No obstante, lo que prueban estos años es que el solo dato no construye una alternativa política. Los datos pueden ser contundentes, pero en política si no tienen un relato que los soporte y comprometa el respaldo de los ciudadanos, pueden caer en la irrelevancia. Y esto es lo que pareciera estar pasando en el arranque de la campaña para las elecciones de 2026.
El Presidente maneja una tercera parte del electorado, aquella que lo apoya pese a toda evidencia de mediocridad en la gestión, corrupción en su círculo cercano y desplantes en los horarios de sus compromisos. Para ellos, el relato de Petro es suficiente. Es la Colombia que quieren, así el relato se contradiga con los datos. Del otro lado, compuesto por la izquierda que rechaza las políticas y las actuaciones de Petro, el centro y la derecha, hay una cantidad excesiva de candidatos. En los sondeos de opinión ninguno de ellos supera el 15 %.
Es normal que a estas alturas de indefinición de las candidaturas las mediciones muestren una gran dispersión, pero también es cierto que la dispersión se debe a que ninguno de los candidatos ha logrado construir un relato que le venda al país un proyecto distinto al antipetrismo. Me refiero a un relato de país posible que resuelva la destrucción causada por el actual gobierno sin tener que retroceder al país de la política tradicional, que se comprometa con unas reformas necesarias bien diseñadas, no bajo el dogma de la estatización, que ponga en su sitio a la corrupción de la clase política que subió y mantiene a Petro en el poder. El relato debería ser "salvamos lo que Petro destruyó y volvimos al país viable, sin devolvernos al pasado".
Será el relato, y no los datos, el que ponga un presidente que corrija el rumbo del país.