Uno de los famosos retratos de Botero, donde aparece la figura de Franco, el dictador de España, ocupa el centro de la página. A su izquierda le acompaña un rostro de Pinochet, el dictador de Chile, con sus gafas de calaveras, del peruano Fernando “Coco” Bedoya. Más abajo dos figuras evocan las acciones siniestras de la policía secreta.
Hay otros. Pero este conjunto domina las ilustraciones de un artículo en el Financial Times (FT) sobre la exhibición inaugurada en la Galería Nacional de Grecia en Atenas, en fechas recientes: “Democracia”.
Es posible que la selección del periódico no refleje con fidelidad las expresiones contenidas en las 140 obras que se exhiben en Atenas. Y por supuesto que cualquier reflexión sobre la democracia y su historia debe incorporar sus alternativas y amenazas.
En efecto, la exhibición de Atenas coincide con la celebración de los 50 años del regreso a la democracia en Grecia, en 1974, casi al tiempo con los eventos en Portugal y España que inauguraron lo que se conoce como “la tercera ola” de la democracia en el mundo.
La exhibición ofrece un relato visual de la experiencia contra la dictaduras en estos tres países, en buena parte con obras de artistas que sufrieron represiones bajo tales regímenes autoritarios. Organizada alrededor de cuatro secciones: “Enfrentar al enemigo”, “Resistencia”, “Insurrección”, y “Despertar”, las tres primeras (si el artículo del FT es buen reflejo) parecen marcar su espíritu.
Así lo sugiere otro artículo sobre la exhibición en The Guardian, que utiliza algunas de las mismas obras, incluída la de Yannis Gaitis (The Old and the Young, 1967), con la repetición de rostros anónimos que proyectan un militarismo indiferenciado y homogéneo.
Algunos fatalistas se anticiparán a predecir que pronto las democracias estarán confinadas a los museos. Pero tal posibilidad es paradójica y contradictoria.
Hay, claro, imágenes liberadoras, como la del cuadro de figuras desnudas del pintor griego-portugués, Nikias Spapinakis –según Philip Oltermann en The Guardian, para artistas como Spapinakis, la transición a la democracia fue “un acto de liberación física de todo el cuerpo político”–. El fin del autoritarismo, anota Peter Aspden en el FT, fue visto también por muchos artistas como desafío al “patriarcado”.
Que una exhibición sobre la “democracia” se concentre en sus fuerzas opositoras no es casual.
Su “tono sombrío”, observa Oltermann, “parece oportuno”. La directora de la Galería Nacional de Grecia y curadora de la exhibición, Syrago Tsiara, expresa algo similar: “existen amenazas contra la democracia por todos lados”. Esta exhibición, que celebra medio siglo de “vida democrática ininterrumpida” en Grecia y en el sur de Europa, ofrece también un mensaje de advertencia frente a la crisis democrática global. “Las instituciones culturales tienen valores que defender”, sostiene Tsiara: “y la democracia es uno de ellas”.
¿Pero cómo retratar los valores de la democracia más allá de las luchas contra sus opresores?
Una visita física a la exhibición en Atenas permitiría apreciar mejor la forma como la Galería Nacional de Grecia aborda el anterior interrogante. Motivado por los artículos en el Financial Times y en The Guardian, emprendí una breve exploración en Google. Además de la de Grecia, existen otras exhibiciones recientes que se ocupan del tema, y en ellas también parecen sobresalir los mensajes de advertencia sobre las amenazas que hoy acechan gravemente a la democracia en el mundo.
Algunos fatalistas se anticiparán a predecir que pronto las democracias estarán confinadas a los museos. Pero tal posibilidad es paradójica y contradictoria. Su presencia en los museos depende de su misma sobrevivencia. Lo último que un dictador va a permitir es una exhibición pública que valore la democracia.