Esta semana asistí a un excelente seminario con el nombre de esta columna. Fue organizado por dos serios tanques de pensamiento: la conocida ANIF y el recientemente constituido CREE (Centro regional para estudios en energía). Sus directores José Ignacio López y Tomás González nos ilustraron con los antecedentes y el estado actual de la producción de energía, y sus impactos en las finanzas del país.
El antecedente más importante de la política energética del país fue el gran apagón de 1992. Durante un año tuvimos que racionar la energía a un costo incalculable. Se debió a la imprevisión y a un fenómeno del Niño inesperado, aunque esperable. Aprendimos, y desde entonces hemos tenido diez fenómenos del Niño y no nos hemos apagado. Este hecho sugiere que la política fue buena y, como dicen los gringos, “lo que no está dañado no hay que arreglarlo”.
Los tres principios generales sobre los que se basó esa exitosa política fueron: 1) Apertura a la inversión privada. Es sensato; ese mercado es fuerte y eficiente, y sería quijotesco oponérsele; 2) Una institucionalidad especializada, técnica, y con gran autonomía. Se crearon el UPME para planeación y aprovechamiento de recursos, la CREG, encargada de regular los servicios de electricidad y gas, y otros; 3) Mecanismos de regulación autónomos que promuevan solidaridad y también recuperación de inversiones.
Los logros de la política fueron importantes además de que no hubo otros apagones. La cobertura en electrificación llegó al 97 % y en la ruralidad 88 %. La producción de petróleo creció y nos hicimos sostenibles en combustibles. El servicio de gas natural cubrió a gran parte del país.
No he visto ningún panadero que trabaje a pérdida por mucho tiempo. Tampoco va a pasar con el sector energético.
Del punto de vista fiscal Ecopetrol se fortaleció y el aporte del sector en impuestos y regalías ha sido decisivo para la sostenibilidad económica del país y de muchas regiones; equivale a tres reformas tributarias.
El gobierno actual llegó con una propuesta disruptiva. Prohibió nuevos contratos de exploración, y no ocultó su poco aprecio por el sector (los empresarios fueron comparados con Pablo Escobar en un discurso). Suspendió los pilotos de fracking y trata de prohibirlo por ley.
El impacto se ve. No tenemos seguridad en el suministro de gas que empezará a importarse desde 2025, dicen que de Venezuela (yo no me arriesgaría a predecir qué pasará). Obras muy importantes como la gasificadora del Pacífico no han arrancado (ni siquiera la licitación), proyectos de energías alternativas, no contaminantes y la exploración en mar abierto tampoco. En electricidad se prevén faltantes para 2028 y hay problemas con su suministro y tarifas.
Dos muy buenos es complementaron la visión. Uno con líderes del sector empresarial, otro con un importante magistrado, dos senadores de corrientes opuestas, una exministra y un líder regional. Imposible resumir sus intervenciones en este espacio. Me atrevo a decir que las preocupaciones predominantes fueron la desinstitucionalización y pérdida de autonomía y de capacidad técnica (como ejemplo la parálisis de la CREG) y las señales de desconfianza que desestimulan la inversión en el sector.
No sobra recordar el conocido dicho de Adam Smith de que “no recibimos el pan por la bondad del panadero sino por su propio interés”. Sin pretender que todo lo que dijo Smith sea actual, no he visto ningún panadero que trabaje a pérdida por mucho tiempo. Tampoco va a pasar con el sector energético.
P.D. Un día después el presidente vetó una decisión, ya tomada por Ecopetrol, que hubiera aumentado su producción y ganancias; dos días después el ministro afirmó que no se importaría gas de Venezuela porque somos autosuficientes. Esto contradice afirmaciones anteriores del presidente, ministros y Ecopetrol, y a las proyecciones ¡Qué desconcierto!