Tiempos de crisis, tiempos para la imaginación.
Ante la profunda y extendida crisis global de la democracia de nuestra época, una mirada al trabajo de John Markoff puede servir de inspiración. Profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, su obra fue celebrada la semana pasada con una conferencia en su honor, que congregó a investigadores de diversas disciplinas (‘Democracy in Europe, Democracy Beyond Europe’).
Los trabajos de Markoff cubren un horizonte bastante amplio –temporal, geográfico, temático–. Así ha estudiado aspectos de la Revolución sa, los movimientos sociales, o el papel de los economistas. Pero el evento en su honor se ocupó del tema que quizás ha atado sus preocupaciones académicas: la democracia. Su libro Olas de democracia. Movimientos sociales y cambios políticos, publicado originalmente en inglés en 1996, contiene muchas de sus postulados centrales sobre la materia, enriquecidos en posteriores artículos y ensayos.
Imposible hacerle justicia a su obra en estas apretadas líneas; tan solo tengo espacio para destacar algunos de sus aspectos que encuentro de relevancia.
Primero, los trabajos de Markoff han motivado el interés creciente por una historia descentralizada de la democracia, más allá de las visiones eurocéntricas que habían concebido los orígenes y desarrollos democráticos a partir de unos pocos centros de poder, cuyas nociones se habrían difundido en el resto del mundo.
Para Markoff, la vida de la democracia ha sido multicéntrica. Muchas de sus innovaciones han ocurrido en la llamada “periferia” –como lo muestra muy bien en su ensayo pionero When and Where was Democracy Invented (1996), comentado con anterioridad en esta columna, y que repaso con frecuencia–. Más aún, la democracia debe entenderse en sus dimensiones multifacéticas y como fenómeno dinámico: es un “blanco en movimiento” que exige por ello ajustes constantes.
Segundo, la obra de Markoff ha incorporado a Latinoamérica en una historia global de la democracia, y casi desde los comienzos de su etapa moderna. Por ejemplo, tuvo el acierto temprano de reconocer el constitucionalismo republicano de la independencia, distinto e innovador en algunas medidas frente a la Constitución de Cádiz de 1812.
“Quizás sea hora de repensar la habitual visión despectiva de la historia democrática latinoamericana”, escribió en un artículo para New Left Review en 1997. Markoff sugirió allí que entre 1820 y 1840 Europa estuvo a la zaga de los desarrollos democráticos latinoamericanos. Fue un ensayo provocador desde muchos ángulos en el que invitaba a abandonar conceptos estáticos y abstractos de democracias “consolidadas”, y a apreciar esa historia de largo plazo de la democracia mundial, y las lecciones que la experiencia latinoamericana podía ofrecer al momento democrático de fines de la década de 1990.
Tercero, esas reflexiones históricas han sido sobre todo fuentes para reconsideraciones ante los enormes desafíos del presente. En un ensayo publicado hace una década, Markoff abrió serios interrogantes a los límites de la democracia en un mundo cuyos retos desbordan a los Estados nacionales. (International Journal of Sociology, 43:2, 2013). Allí señaló un listado de problemas, en su orden: “La probabilidad de epidemias globales mortales”, la criminalidad transnacional, la proliferación nuclear, los caos económicos, el cambio climático, las emigraciones... Todos ellos exigen “crear y fortalecer instituciones de gobierno transnacional”.
He aquí tan solo tres aspectos de la rica obra de John Markoff, quien nos invita a “renovar” la “imaginación política” para dar con un “mundo más democrático”.
EDUARDO POSADA CARBÓ