No deja de sorprenderme el éxito de Taylor Swift. La gente se enloquece, viaja a donde sea para verla, emula sus atuendos, hace filas interminables y, sobre todo, está dispuesta a pagar cualquier suma para no perderse de sus conciertos. La cantante se ha convertido en un modelo para muchos jóvenes en todas partes del mundo. Es una figura cercana y auténtica con la cual los fans se identifican. Parece la vecina carismática de la que todos quieren ser amigos. Quizás se deba a la letra de sus canciones, que hablan de su vida y expresan lo que mucha gente siente y vive: rupturas amorosas, dudas, miedos, amor, familia, amistad.
Taylor Swift es respetada no solo como artista, sino como persona. Sus opiniones cuentan. Su impacto no se limita a la música, sino que se extiende a los ámbitos político y social. En las elecciones de 2020 respaldó a Joe Biden. En septiembre de 2023 alentó en un post de Instagram a los potenciales votantes a que se registraran para votar. Ese mismo día más de 35.000 registros nuevos fueron documentados. Al abordar temas como la igualdad de género, los derechos LGBTQ+ y la justicia social, Swift utiliza su plataforma para dar voz a las causas que considera justas.
Al invitar a los jóvenes a registrarse para votar y expresar abiertamente sus creencias, la cantante está ayudando a moldear el futuro político de Estados Unidos. No es descabellado pensar que sus posturas políticas pueden llegar a influir en el proceso electoral estadounidense del próximo noviembre. En un clima caracterizado por la desconfianza hacia los políticos, la autenticidad de Swift se destaca y la convierte en agente del cambio. Más aún, esa relación de confianza que ha logrado construir con el público puede llegar a contrarrestar la desinformación y polarización de estos tiempos.
Está bien que los artistas expresen sus opiniones políticas siempre y cuando fomenten un discurso informado y veraz. Que su influencia sirva para iluminar, no para confundir. Así pueden inspirar a sus seguidores a investigar, cuestionar y formarse sus propias opiniones basadas en hechos. Aunque algunos puedan argumentar que los artistas deberían mantenerse al margen de la política, la realidad es que su visibilidad y alcance pueden ser herramientas poderosas para enriquecer el debate público, y motivar a los jóvenes a ser menos apáticos y a participar más. Y eso, en cualquier caso, es bueno para la democracia.
DIANA PARDO