Durante la reciente Cumbre del Futuro que realizó la ONU se adoptó por consenso el Pacto del Futuro, una ambiciosa declaración que establece 56 acciones en cinco grandes áreas de cooperación internacional: desarrollo sostenible y financiación del desarrollo; paz y seguridad internacional; ciencia, tecnología, innovación y cooperación digital; apoyo a la juventud y las generaciones futuras; y transformación de la gobernabilidad internacional.
Esta última incluye propuestas para fortalecer los órganos de la ONU, entre ellos del Consejo de Seguridad, pero también propuestas de reformas de las instituciones financieras internacionales. Contiene además dos anexos importantes: un Pacto Mundial Digital y una declaración sobre apoyo a las generaciones futuras, el primero de los cuales incluye acuerdos sobre gobernabilidad y regulación de la inteligencia artificial y distribución equitativa de sus beneficios.
Pocas veces se adoptan declaraciones tan ambiciosas. Las anteriores de gran alcance fueron la Declaración del Milenio del 2000 y la adopción de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015. Sin embargo, ninguna de las anteriores había tenido el amplio alcance de este pacto y por eso puede considerarse una de las declaraciones más ambiciosas de apoyo al multilateralismo en la historia.
Llama la atención, sin embargo, que se haya adoptado en el contexto de una verdadera crisis del multilateralismo, cuyo elemento más destacado es la fuerte división geopolítica generada por la invasión de Rusia a Ucrania y el conflicto en el Oriente Medio, el cual se agudizó durante la Cumbre. Ambos conflictos fueron objeto de posiciones muy encontradas de los jefes de Estado durante la Asamblea General.
La pregunta de fondo es cómo va a implementarse una declaración tan ambiciosa. Ojalá se logre avanzar en materia de paz y seguridad, incluyendo las reformas esenciales del Consejo de Seguridad. Sin embargo, la voluntad de cambio en estas materias es limitada. Más probable es el avance en temas económicos, sociales y ambientales, los cuales han sido menos afectados por los conflictos geopolíticos.
En materia económica hay, de hecho, dos líneas de avance. La primera fue la aprobación en agosto de los términos de referencia para una Convención de la ONU sobre cooperación tributaria internacional, un tema sobre el cual se avanzará también en la Cumbre del G20 de Brasil. La segunda es el proceso de preparación de la cuarta Cumbre de la ONU sobre Financiación del Desarrollo, que se realizará en Sevilla (España) a mediados del año entrante. Muchos de los pasos hacia adelante en este campo se incluyeron en el objetivo quinto del Pacto.
La pregunta de fondo es cómo va a implementarse una declaración tan ambiciosa. Ojalá se logre avanzar en materia de paz y seguridad, incluyendo las reformas esenciales del Consejo de Seguridad
En materia social, en 2025 se celebrará también la segunda Cumbre de la ONU sobre Desarrollo Social y los treinta años de la Cumbre de Pekín sobre la mujer. Y en materia ambiental, la tarea está en manos de las reuniones periódicas que les dan seguimiento a las Convenciones sobre Biodiversidad y Cambio Climático, las próximas de las cuales se realizarán en Cali a finales de este mes y en Azerbaiyán en noviembre.
Hay, por supuesto, diferencias de opinión importantes en todos estos temas, pero no tienen el sello del conflicto geopolítico. El único que sí lo tiene es el comercial, pero el problema principal en este caso es la tensión entre las potencias de Occidente y China por el predominio en materia tecnológica. Ello las ha llevado a adoptar restricciones comerciales incompatibles con las normas de la Organización Mundial del Comercio, un tema que desafortunadamente recibe poca atención en el Pacto.
El Pacto del Futuro es, por lo tanto, un gran acuerdo de naturaleza integral. Reconoce la urgencia de hacer frente a las múltiples crisis interconectadas que hoy enfrentamos. Debe constituirse, por lo tanto, en el marco del multilateralismo del futuro. Sin embargo, su implementación será compleja. América Latina debe promoverla en forma activa.
JOSÉ ANTONIO OCAMPO