Por muchos años hemos estado hablando de la crisis climática como una amenaza existencial para la humanidad, pero ya vamos en 27 reuniones anuales internacionales convocadas por las Naciones Unidas (COP 27) y la meta de limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados por encima de las temperaturas de la prerrevolución industrial —que fue acordada en París— parece cada vez más remota.
Sin embargo, ante la gravedad e inminencia de los fenómenos atmosféricos atribuibles al calentamiento global, en todas las latitudes hay nuevas iniciativas y grupos que se adhieren para buscar, cuanto antes, llegar a lo que se denomina ‘cero neto’ (net zero, en inglés). Hay países y empresas que prometen, pero no cumplen, llegar a parar sus emisiones de gas carbono en determinados plazos. Ante esto han aparecido grupos serios de investigadores, ONG y asociaciones profesionales, que buscan destapar estas mentiras dañinas —denominadas ‘enjuague verde’ o green washing — con iniciativas de verificación, buscando compromisos serios, cuantificables, para acciones efectivas que no generen emisiones de CO2.
Una de las más recientes iniciativas privadas es la de grupos de inversionistas que ha propuesto guías estrictas de implementación, que sean verificables y transparentes (Institutional Investors Group on Climate Change - IIGCC, “Net Zero Investment Framework 1.5C - Implementation Guide”, 2021). Ellas buscan acelerar y volver sostenibles los esfuerzos de descarbonización en todas las actividades económicas, con planes concretos de “recuperación de la naturaleza, la gente y el planeta”.
La descarbonización de los portafolios de inversión y el incremento de las inversiones en soluciones climáticas se deben tomar muy en serio ante la gravedad de lo que colectivamente enfrentamos.
La IIGCC agrupa a 275 grupos de inversionistas de 16 países europeos, principalmente fondos de pensiones y es de activos, con más de 35 trillones de euros en activos istrados. Con esta guía se busca interesar a más instituciones financieras internacionales e inversionistas institucionales. El dilema es demostrar que es posible lograr rendimientos competitivos y sostenibles invirtiendo en proyectos que cumplan con estándares ambientales, sociales y de gobernabilidad (ESG) compatibles con la descarbonización. Hoy prácticamente en todos los continentes hay grupos de inversionistas alineados con los Acuerdos de París, que buscan además ampliar las clases de activos sujetos a acuerdo de descarbonización incluyendo las inversiones en infraestructura y participaciones accionarias en inversiones privadas (private equity).
Estas iniciativas se condensan en cinco Principios Básicos que buscan: (1) Impacto: vía reducciones significativas en las emisiones que ocurren en la economía real; (2) Rigor: en la evidencia, basada en datos demostrables; (3) Prácticos: que sean implementables para un amplio grupo de inversionistas y activos financieros; (4) Accesibilidad: con definiciones, metodologías y estrategias claras y aplicables, y (5) Verificables y verídicas (ability): que permitan verificar que las inversiones están alineadas con el Acuerdo de París.
La norma de verificación que se recomienda es la de “implementar o explicar” para casos donde existan desviaciones de los objetivos principales, en razón, por ejemplo, de restricciones legales o regulatorias en ciertos países. Además, propone varios mecanismos de presión para las empresas que mientan o se desvíen del objetivo central de descarbonización antes del 2050, con trayectorias intermedias con plazos de menos de 10 años, recomendando a los accionistas de empresas que no cumplan los compromisos con sanciones de votos de no confianza y reemplazo de es y directorios.
La descarbonización de los portafolios de inversión y el incremento de las inversiones en soluciones climáticas se deben tomar muy en serio ante la gravedad de lo que colectivamente enfrentamos. La guía es bastante compleja en sus aspectos más técnicos, pero representa un esfuerzo serio por contribuir a mitigar las emisiones de CO2.
En los años de bajas tasas de interés y bajísimos rendimientos de los ahorros que culminó en el 2021, fue más fácil, al menos de palabra, prometer apoyar la ‘economía verde’. Con la invasión de Putin a Ucrania, el alza de los precios de todos los productos energéticos y una aceleración súbita de la inflación, estas promesas parecen haberse esfumado y el “enjuague verde” resultó en numerosos escándalos e investigaciones. Ahora se volvieron muy rentables los hidrocarburos y la reducción del CO2 puede esperar (The Economist, The tenacity of ESG investing, noviembre 16,2022). Sin embargo, si bien las inversiones en fondos de inversión sustentables se redujeron, los fondos de inversión ESG Europeos continuaron atrayendo inversionistas comprometidos con la causa verde en el largo plazo. El compromiso de muchos inversionistas es de largo plazo —medido en décadas, no meses— que es lo que tomará la transición energética. Hay compromisos éticos y sociales más allá de los rendimientos de corto plazo y de la indiferencia de los políticos miopes.
En lo personal, todos debemos contribuir a enfrentar la crisis climática, observando las 3R: (i) Reducir: nuestro consumo y salir del consumerismo; (ii) Reusar: no hay que desechar las cosas en buen estado, y (iii) Reciclar: todo lo que sirva de nuevo como materia prima para otros productos o actividades. ¡Lo que está en juego es demasiado importante como para ignorarlo!
FERNANDO MONTES NEGRET