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¿Qué esperar del segundo año del gobierno Petro?

El país merece más que la disyuntiva entre las reformas radicales o la parálisis institucional.

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CONSULTOR EN COMUNICACIONES Y POLÍTICAS PÚBLICASActualizado:

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El presidente Petro empieza su segundo año de gestión en medio de una crisis que suma rupturas dentro de la coalición de gobierno, un escándalo mayúsculo en el corazón de su círculo interno y una desaprobación que alcanza el 61 por ciento en las encuestas más recientes. La distancia entre las promesas que en campaña ofreció el Presidente y lo que ha conseguido en el primer cuarto de su mandato es motivo de muchas preguntas de cara al comienzo de su segundo año.
La situación política que enfrenta el gobierno Petro, adentro y afuera del Palacio de Nariño, está definida sobre todo por una enorme inestabilidad. Aunque desde la grandilocuencia de sus discursos el Presidente promete “un gran acuerdo nacional”, la realidad es diametralmente distinta: la istración que habla de consensos y pactos con todos los sectores políticos no ha sido capaz de mantener un diálogo estable y respetuoso aun con su propia coalición. En menos de un año el gobierno pasó de contar con más del 70 por ciento del Congreso dentro de sus filas a tener en duda la capacidad de alcanzar el 50 por ciento. Y lo más grave es que la inmensa pérdida de capital político se debió más a las peleas del Presidente con los partidos que a los sacrificios que vienen como resultado de la aprobación de ambiciosas reformas, algo que no ocurrió.
La principal inquietud frente al inicio del segundo año del gobierno Petro en materia política es si volverá a priorizar las relaciones con los partidos y a moderar su discurso a cambio de garantizar una mayor gobernabilidad. Esto es especialmente relevante si se tiene en cuenta que el segundo año de mandato suele ser aún más complejo en el manejo de las relaciones políticas para la Rama Ejecutiva, dado que es temporada de elecciones regionales. En este contexto, y dada la experiencia del año anterior, es de esperar que los partidos tomen distancia de la controversia alrededor de algunas reformas y del desgaste en el que se ve envuelta la istración nacional.
De fondo, este año será definitivo porque determinará si el presidente Petro escoge el camino de buscar ser un estadista capaz de llegar a acuerdos y ceder en algunos puntos en sus negociaciones con los partidos a cambio de construir una agenda viable, o si decide liderar un gobierno de minorías en el Congreso, cargado de discurso, pero con muy poca acción. Hasta ahora el Presidente ha insistido en caminos que sugieren un proceso de radicalización y de sacrificio de cualquier voz dentro de su gabinete que le apueste a la moderación. Su permanente señalamiento a los partidos no solo evidencia una pérdida de estructuras políticas, sino también la adopción de un tono antiinstituciones partidistas que puede resultarle rentable frente a sus más fieles electores, pero insuficiente para construir un gobierno amplio y transformador.
Sobre todo porque ese discurso contra los partidos políticos también viene acompañado de una apelación a figuras como ‘el pueblo’ como una fuente capaz de validar las propuestas del Gobierno (así las encuestas digan otra cosa sobre lo que piensa la ciudadanía). El Presidente recientemente ha afirmado que el éxito de su mandato dependerá también de que en este nuevo año continúen las movilizaciones sociales, las cuales se han convertido en una forma de presión que el Gobierno ha ejercido sobre los partidos y el Congreso, una estrategia que a pesar de su falta de eficacia seguirá siendo utilizada. El orden de los sucesos indica que en el segundo año de la presidencia de Petro veremos más balconazos ante la falta de capacidad de tramitar las prometidas reformas. ¿Cuál es la necesidad de seguirle apostando al desgaste?
Muchos deseamos ver en este segundo año a un Petro más consciente de la responsabilidad y los alcances (y por lo tanto, también de los límites) de su cargo como Presidente, y menos desde la permanente beligerancia como si siguiera siendo un líder de la oposición. En ese sentido, si algo debe reevaluar el Gobierno para su segundo año en el poder es el innecesario desgaste en el cual a diario se ha visto involucrado. Aunque los más radicales defensores de su proyecto político aplauden las numerosas peleas del Presidente, no tiene razón de ser que mientras pronuncie palabras que llaman a la unidad también insista en desatar nuevas crisis y lanzar ataques contra los gremios, medios de comunicación y gobiernos de países vecinos, e incluso hacia varias instituciones y partidos que hacen parte de la coalición en el Congreso. Pocas cosas se prestan más para construir un ambiente de incertidumbre en un país que la idea de que el Gobierno se queda cada vez más solo en la arena política.
El país merece un mejor destino que la actual disyuntiva entre el camino de las reformas radicales o el de la parálisis institucional. Si la llegada al poder de Petro estuvo definida por la expectativa de que el Presidente corregiría muchos de sus errores en la Alcaldía de Bogotá, el segundo año de su mandato empieza precisamente desde la preocupante certeza de que su gobierno se parece cada vez más a su gestión como alcalde de Bogotá, en medio de la inestabilidad y los más innecesarios desgastes. Ojalá este nuevo año venga acompañado por una dosis de autocrítica y aprendizaje que, aunque hasta ahora ha demostrado ser inusual en el gobierno Petro, sería de gran beneficio para el país.
FERNANDO POSADA
En X: @fernandoposada_

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