Andamos muy preocupados por mejorar el revés en el tenis. Por conseguir una camisa de rayas idéntica a esa que alguna vez compramos en Miami. Por ganar un punto en las encuestas. Por incluir otro país en el listado de conocidos. Por cambiar el celular –aunque el que tenemos nos basta y nos sobra– simplemente para no quedarnos atrás en esa carrera estúpida que hemos decidido correr, aunque sepamos que más allá de la meta no podemos llevar nada de cuanto hemos acumulado.
Andamos obsesionados con el carro del vecino: cada vez que salimos lo miramos por delante, por detrás, por los lados, y hemos hecho el propósito de cambiar el nuestro este año: ¡ese fue el gran propósito, el sueño que queremos hacer realidad y por el cual trabajaremos de manera decidida!
Hay otros que solo pueden tener una preocupación, una meta, un sueño: sobrevivir al hambre. Hay otros que ni siquiera tienen energía para soñar o para pensar, pues deben concentrarla toda en sobrevivir. En no convertirse en una de las 25.000 personas que cada día mueren en el mundo a causa del hambre. ¡Cada día!
Hay otros, muchos más que todas las personas que se nos cruzan en el camino en un día de multitudes, muchos más que los millones que habitan un país como el nuestro, muchos más que quienes viven en América del Sur o en Europa, que padecen hambre en el mundo.
Una cuarta parte de esos alimentos que se tiran a la basura serían suficientes para que nadie pasara hambre en el planeta.
Poco más de 800 millones de seres humanos viven con hambre. Y, según cifras de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), cada año se pierden o se desperdician 1,3 billones de toneladas de alimentos.
Personas como usted o como yo, que andamos preocupadas por los puntos de las encuestas o por las nuevas funciones de los teléfonos inteligentes, desperdiciamos alimentos que ayudarían a calmar el hambre en el mundo.
Calculan que el desperdicio equivale a una tercera parte de los alimentos que se producen. Y también, que una cuarta parte de esos alimentos que se tiran a la basura serían suficientes para que nadie pasara hambre en el planeta.
Hay muchos que andan preocupados por sumar millas en sus tarjetas de crédito, por adquirir un automóvil más lujoso o una camisa de rayas. Pero también hay unos cuantos que se han comprometido a frenar el desperdicio y ayudar a atacar el hambre. Es muy fácil encontrarlos en las redes sociales.
#HambreCero.
FERNANDO QUIROZ