Me pregunto: ¿por qué ha venido haciendo agua la propuesta oficial de reforma de nuestro sistema de salud, luego de haber sido presentada con bombos y platillos como la más técnica y acertada? Desde un principio algunos presagiábamos que no iba a terminar bien, que iba a naufragar. En su momento yo lo comenté en esta columna: “Ignoro si el presidente Petro consultó con su ministra del ramo acerca de la aseveración pública que hizo recientemente de que el sistema de salud colombiano es uno de los peores del mundo. Si lo hizo, la ministra debe renunciar al cargo por su miopía –cierta o proclive– frente a la realidad. Si no lo hizo, esa aseveración se presta para deducir que es una irresponsabilidad del jefe del Estado poner a circular como ciertos juicios que carecen de sustento”. En verdad, no era de buen augurio sustentar dicha propuesta basándose en premisas falsas. Se pretendía hacer creer que el nuevo Gobierno había recibido un enclenque sistema de salud y que sobre sus ruinas se iría a levantar uno asombroso. Desconocer lo bueno que se había hecho inducía a seguir el camino equivocado, como en efecto ocurrió.
Sin decirlo francamente, la gran aspiración del Gobierno es estatizar el sistema de salud, al igual que todos los demás servicios públicos, olvidando que en Colombia no va a ser fácil consolidar un Estado socialista, menos si tiene vocación comunista. Es decir, si es amigo de la lucha de clases. En América Latina las experiencias conocidas arrojan muy pobres resultados. Siendo así, no se puede pretender preterir del sector privado en campos como el de la salud, pues mucho de lo bueno que tenemos se debe a sus aportes.
Los inspiradores de la propuesta de reforma olvidaron que ya estaban puestos los cimientos de un nuevo sistema de salud a través de la Ley 1751 de 2015, o Ley Estatutaria de la Salud. Solo faltaba reglamentarla, compromiso del resorte del Congreso de la República. De esa forma, sin tanta bulla protagónica, hubiera podido aprobarse fácilmente una ley ordinaria, que subsanara los defectos de que adolece el sistema actual, y se modelara el que todos anhelamos. Ese camino lo han venido señalando las instituciones médicas desde cuando se promulgó la Ley 1751.
Sin tanta bulla protagónica, hubiera podido aprobarse fácilmente una ley ordinaria, que subsanara los defectos de que adolece el sistema actual de salud.
La Academia Nacional de Medicina, que lideró la ley estatutaria, ha seguido insistiendo en la reglamentación de aquella como fórmula para hacer realidad la tan esperada reforma. No obstante haberse manifestado ante diferentes instancias, no ha sido escuchada. El 31 de mayo último emitió un comunicado, junto con 16 instituciones médicas y de otras profesiones de la salud, dirigido al Gobierno y al Congreso de la República. En dicho documento se les hace reconocimiento a algunos puntos de la propuesta oficial que, de paso, ya estaban previstos en la estatutaria. Los firmantes del comunicado manifiestan su disponibilidad para aportar su criterio independiente, académico y crítico constructivo, en bien del goce efectivo del derecho a la salud, tal como lo establece la ley estatutaria.
Es muy probable que la propuesta de reforma de la salud, aprobada en primer debate en la Cámara, siga su tránsito en el Congreso y que poco a poco vaya dejando de ser la misma que presentó el Gobierno. Pero, como suele suceder, los cambios que se le impriman no serán coherentes, sino que a la postre será una suma de aportes caprichosos que la conviertan en una colcha de retazos. Tendremos una nueva reforma, sí, pero seguramente distante de la que en verdad se requiere. Eso no sucedería si se designa una comisión de expertos liderada por la Academia Nacional de Medicina (téngase en cuenta que esta, por ley, es asesora del Gobierno).
El documento del que hice mención atrás seguramente sería la hoja de ruta que conduzca a disponer de la ley ordinaria, reglamentaria de la ley estatutaria, y que el Congreso está en mora de aprobar. Estoy seguro de que esa comisión, teniendo como referencia la ley estatutaria, en unos cuantos artículos, ensamblados como piezas de un engranaje, asegurará el funcionamiento armónico del sistema de salud.
FERNANDO SÁNCHEZ TORRES