Hay gente que ha llegado a este mundo a vegetar: todo lo esperan de los demás. Son como las rémoras que van en coche, recostándose en la columna dorsal del tiburón se comen los desperdicios que deja el pez al devorar a sus presas. Nunca estrenan el cerebro, no tienen ninguna iniciativa y sí esperan un mañana mejor. ¡Qué descarados! Pertenecen a la familia de los paquidermos, le piden permiso a un pie para mover el otro. Tienen creatividad para no hacer nada.
Ese tipo de personas son una carga para la familia, la sociedad. Son como los niños malcriados que al no saber cómo se consigue el dinero, solo saben conjugar el verbo pedir en todos sus modos y tiempos. Para pedir, tienen una creatividad impresionante: todo les parece fácil, porque nunca han sufrido ni les ha costado nada. De todo se quejan y no proponen nada. En todo ven problemas, su cerebro está tan atrofiado que no vislumbran ninguna solución, –ah!, ¡pero para el mal sí tienen creatividad!–.
Con personas de esa clase, quiebra la familia, quiebra la empresa, quiebra la sociedad. Sé alegre, ayuda a los demás. No existe mayor alegría que servir oportunamente. Una persona alegre es bálsamo para los demás. Recuerda que la vida se conquista luchándola. Si quieres ver el arco iris, tienes que soportar la lluvia.
No te quejes de tu desgracia, ¿qué sembraste ayer? Recuerda que quien siembra vientos cosecha tempestades.
Subir la montaña es fatigante, pero llegar a la cima es alentador y genera una satisfacción infinita. Desde que tú naces empieza la lucha: en el líquido amniótico te mueves con la ayuda de tu madre; cuando naces, lloras, empieza la lucha de la vida. Es verdad, ayúdate y déjate ayudar. No seas autosuficiente, sé humilde, necesitas ayuda de los otros; los otros también necesitan tu apoyo, no seas egoísta.
En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada. ira lo bueno: si iras el vuelo de las aves, acabarás con alas. No te sientas desgraciado: Dios no te ha hecho basura, tú eres imagen y semejanza de Dios, Dios te ama. Camina pausado, aprecia el entorno y aprende de los otros: no es solo el paisaje lo que te pierdes cuando vas demasiado deprisa. Camina sin pausa, pero sé dueño del tiempo. Procura rodearte de gente positiva y propositiva: recuerda que lo que cultivas crece. Si vives menospreciándote, terminarás por creerlo.
Las buenas fuentes se conocen en las grandes sequías; los buenos amigos, en los momentos más aciagos. No te quejes de tu desgracia, ¿qué sembraste ayer? Recuerda que quien siembra vientos cosecha tempestades. Por favor, tú cosechas lo que sembraste. Asume las derrotas, tal vez tú las construiste por tu terquedad y autosuficiencia. Sé cauto ante las desgracias de tus vecinos: la herida causada por la lanza puede ser curable, la causada por la lengua es incurable. Deja huella, que al partir sientan tu ausencia: tus aportes y tus servicios eran exquisitos.
Recuerda esta sentencia de la sabiduría popular: “El que ofende escribe en el agua, el ofendido en la piedra; al que ofende se le olvida y el ofendido se acuerda”. Por ello, sé servicial siempre. Saluda cuando vas subiendo para que al bajar te acojan. El que sube con arrogancia bajará con vergüenza. Recuerda que el amor es la mejor música en la partitura de tu vida. Sin él, serías un terno desafinado en el inmenso coro de la humanidad. Siembra el bien, para cosechar el bien.
El futuro no viene por arte de magia o por generación espontánea; tú eres el constructor de tu historia.
FROILÁN CASAS
* Obispo de Neiva