Se volvieron a agitar las aguas en las huestes del partido Verde con la entrevista que concedió Antanas Mockus la semana pasada. El excandidato presidencial manifestó su desacuerdo con el veto que se le habría impuesto a Gustavo Petro por parte de la coalición de la esperanza. Ese fuego amigo no solo resulta innecesario en estos momentos, sino que es absolutamente prematuro. En política una semana es largo plazo y todavía falta un año para la consulta interpartidista.
Apenas se conoció la posición de quien fuera el senador más votado de la Alianza Verde, no demoraron en saltar al cuadrilátero de las redes sociales las cabezas de todos los sectores políticos del centro y de la izquierda. Eso se sumó al descontento de algunos de dicha colectividad frente al cambio de reglas para elegir al precandidato del partido de cara a la consulta. Los únicos que guardaron sepulcral silencio fueron los representantes de la derecha. Cómodamente desde la barrera tuvieron que hacer muy poco para ver cómo entre unos y otros se encargaban de poner en evidencia sus diferencias.
Ventilar intestinas querellas en los medios de comunicación para azuzar a las “bases” resulta tan torpe como irresponsable. ¿Acaso otros sectores, distintos del Verde, se dan el lujo de protagonizar confrontaciones que bien podrían plantearse en el seno de su propia dirigencia? Ese ruido es dañino porque, más allá de cualquier necesaria discusión, le genera desconfianza a una ciudadanía que sigue viendo en la opción de centro la esperanza para poder vencer, justamente, la tradicional polarización.
Quienes critican el supuesto veto a Petro, que no es más que una legítima decisión del partido Verde y de los candidatos independientes de avanzar con una agenda propia, parten de una serie de profundos errores políticos y conceptuales. En esta carrera que apenas comienza lo más probable es que haya una segunda vuelta. Si la hay, lanzar dardos y atacar sin miramientos a quienes podrían ser aliados naturales en algún momento de la campaña no solo encarna una enorme incoherencia, sino que puede pasar factura de cobro. El progresismo no puede pretender abrir espacios de diálogo y de concertación con un bastón en la mano.
El segundo error que se comete en ese acelere frenético y maniqueo que busca aplanar el debate democrático es anticipar que necesariamente la derecha pase a una segunda vuelta. No se puede dar por descontado que así sea. En últimas, este gobierno ha generado un enorme desgaste para el Centro Democrático, partido que a la vez padece profundas fracturas internas. Es como si se hubiera descartado de antemano que en la segunda vuelta pudieran enfrentarse los sectores de centroizquierda, o incluso otros grupos políticos que aún no marcan en las encuestas. Escenario improbable pero todavía posible.
Equivocadamente se asume como una certeza matemática que las elecciones se definirán entre la opción que representa Gustavo Petro y el que diga Uribe.
Sin embargo, el peor pecado que cometen los sectores críticos a la decisión de la coalición de la esperanza es insinuar que la verdadera apuesta política en el 2022 deba ser vencer al uribismo. Ese se ha convertido en su único y central propósito político. Allí, con el debido respeto, creo que se está haciendo una lectura equivocada de lo que necesita el país. Más que personalizar la política, se debería estar avanzando en la formulación de un ramillete de propuestas programáticas que atiendan las penurias que viven a diario los colombianos. Una propuesta que los enamore y que los interprete, y no solo que les venda la aniquilación del otro.
Es lamentable que, por el afán de anular a sus contrincantes naturales, sectores afines al progresismo estén dispuestos a echar por la borda también a sus posibles aliados. Es absurdo pretender que reduciendo el debate público a esa concepción binaria entre un extremo y el otro se esté contribuyendo a un proceso democrático que, por el contrario, se alimenta de la pluralidad de voces y de visiones. Ojalá el 2022 no sea el escenario de discursos polarizantes, como ya se comienzan a advertir. Ojalá que en el 2022 no haya 3, sino 4, 5 o todas las coaliciones posibles, porque en primera vuelta la ciudadanía, plural como es, tiene también el derecho de escoger entre diferentes opciones y propuestas de país.
Es entonces necesario hacer un llamado a la calma y a la prudencia. El centro y la centroizquierda se están viendo prematuramente desgarrados por confrontaciones que a los únicos que benefician es a los mismos que, paradójicamente, quieren vencer a toda costa. La ciudadanía, espectadora de las disputas de poder, no se explica cómo justamente en el sector que representa la renovación se estén disparando las mismas balas cargadas de cálculos electorales propios de la política tradicional. Calma, todavía falta mucho y la suerte aún no está echada.
Ñapa: Si hay algo al alza es la inseguridad, las masacres, la impunidad, el asesinato de líderes sociales. Mucho daño les hace al Estado y a las instituciones ese enfermizo protagonismo.
GABRIEL CIFUENTES GHIDINI