Acaba de salir la cuarta temporada de la serie ‘La casa de papel’, una producción que no deja de sorprender. Aunque para algunas y algunos esta serie no es más que una fantasiosa y exagerada historia de policías y ladrones, la verdad es que representa una poderosa parábola de lo que le está pasando a la política monetaria global. La capacidad de anticipación y el simbolismo de los guionistas, como ocurre con todas las buenas series de ficción, va mucho más allá de lo que los propios libretistas imaginaron.
Como recordarán los fanáticos y seguidores de la serie, en el asalto que protagonizó anteriormente la banda –dirigido contra la fábrica de papel moneda de España– el propósito de los ladrones no era robarse los billetes que allí se guardan sino algo más audaz: tomarse las imprentas oficiales y producirlos en masa, en cantidades insospechadas. Imprimieron millones y millones de euros, muchos de los cuales terminaron lloviendo en aguaceros de papel moneda sobre las calles de Madrid. Esa generosidad les dio una inmensa popularidad a los pícaros y los convirtió en héroes, en parangones de la justicia social y de la insurrección contra lo establecido.
Pues bien, resulta que hoy el mundo está imitando la genialidad del Profesor, de Tokio, de Helsinki y de sus audaces secuaces. En todas las capitales del mundo los políticos y los gobiernos han asaltado los bancos centrales, y en particular los de las grandes capitales financieras del mundo, para poner las imprentas a rodar sin descanso para llenar sus economías y al mundo de euros, libras, yenes y, sobre todo, dólares estadounidenses.
Se han tomado a la autoridad monetaria coaccionándola con desfachatez. Amparados por la coartada del coronavirus, los gobiernos están protagonizando su propia lluvia de billetes para tratar de revertir la inexorable recesión mundial que ha generado la pandemia. El paquete de ayuda aprobado en Washington supera los 2,3 billones de dólares y ya se anuncia uno adicional de similar magnitud. La Unión Europea aprobó la semana pasada su propia versión, también de dimensiones sin precedentes, alcanzando los 550.000 millones de euros.
Esa plata va para los consumidores con el propósito de aliviar sus penurias, a las empresas para que sigan funcionando y a los bancos para que no se quiebren. Eso no está mal de por sí, con excepción del detallito de que resulta que son precisamente esas monedas, en particular el dólar, la denominación por excelencia del intercambio financiero y comercial global. Los excesos monetarios expansionistas de los países industrializados hacen que les sobre el dinero a sus inversionistas y bancos, y que además les cuesta cero por la baja en las tasas de interés.
Esa situación tiene un impacto de economía-política internacional que es altamente perjudicial para los países en desarrollo. No solo estamos experimentando, por el miedo a la pandemia, una fuga de capitales domésticos hacia monedas fuertes, sino que el valor internacional de los activos y de los bienes en moneda local han sufrido una pérdida monstruosa de valor. Esta situación podría convertirse en el robo del siglo.
El asalto de los gobiernos a su banca central es animado, como en el caso de la banda de ‘La casa de papel’, por la intención de defender su popularidad y el sistema político. Sin embargo, tendrá consecuencias. La deuda infinita emitida por los países industrializados y el que las imprentas sigan inundando de liquidez al mundo tendrá secuelas. Por eso, en la nueva temporada de la serie, a la banda del Profesor no le interesa el papel moneda. Ahora van es detrás del oro.
‘Dictum’. La medida del Gobierno de dar un alivio temporal a las contribuciones pensionales de empresas y trabajadores es una medida, esa sí, inteligente.
GABRIEL SILVA LUJÁN