La olla, ese objeto tan cotidiano, es parte fundamental de la evolución, historia y alimentación de la humanidad. Es el recipiente más importante de nuestro sustento. El que recibe los ingredientes para transformarlos, cocerlos, hervirlos o calentarlos. Simboliza calidez, abrazo, vida, amor. Reconforta. Hay una muy especial que significa solidaridad, encuentro, indignación, resistencia y fortaleza: la olla comunitaria.
Las primeras ollas comunes que se conocen en Latinoamérica tienen su origen en Chile, en tiempos de la extrema pobreza de la dictadura militar en los años 80. En ese entonces, mujeres se organizaron para proveer con alimentos y bebidas a los más necesitados. Surgen de la reunión colectiva, para cuidar y satisfacer necesidades básicas urgentes de subsistencia a quienes no tienen garantizada la seguridad alimentaria por parte del Estado.
Hoy en Colombia hacen presencia más que nunca, también llamadas ollas de la dignidad y/o la resistencia. En distintos lugares del país se reúnen mujeres a cocinar al calor de la leña en inmensas ollas ubicadas en la calle, andenes, parques y plazas para alimentar a los participantes de las marchas pacíficas. El hambre es para muchos el denominador común y el plato de sopa caliente que reciben, es su única comida al día, abrigo para el estómago vacío. Muchas madres han alimentado a cientos de jóvenes en los distintos puntos de encuentro de la movilidad social, especialmente a la primera línea.
Cocinar como ejercicio político es su forma de protestar. En estas ollas se cuecen más que sancochos, sopas, caldos, fríjoles, arroz, huevos y aguadea. También se cocina unión, sociedad, esperanza, anhelos y amistad. De estas ollas salen las voces de mujeres que nutren a sus familias, vecinos, amigos y a la comunidad, con sus sabores y saberes. El arte ha sido protagonista importante durante el paro nacional. La cocina es una forma creativa y artística de expresión que alimenta alma, mente y cuerpo.
En las ollas del Pacífico las mujeres cantan alrededor de los fogones, dialogan, cocinan pensamientos y gestionan acciones, mientras pelan, pican, revuelven y atizan la hoguera con la tapa. Los ingredientes, la leña y los utensilios llegan de donaciones de distintas entidades, personas y ONG's que apoyan y comprenden su necesidad e importancia. Todos aportan lo que pueden.
Estas ollas, tiznadas por el fuego, son también el símbolo del aguante de campesinos, quienes están regalando parte de sus cosechas para la preparación de la receta solidaria: yuca, plátano, papa, cilantro y cebolla no faltan.
El hambre es uno de los detonantes de las marchas, pero con hambre no se puede marchar. Las ollas comunitarias son la mayor expresión de resiliencia, confraternidad y unificación alrededor de la comida. Detrás de ellas existe un anhelo de paz y de un país más justo y equitativo. Existe un gran deseo de que los fogones no se apaguen más. Alrededor de la olla y del alimento, las mujeres buscan construir una mejor Colombia.
Se está cocinando un nuevo país. Buen Provecho.
MARGARITA BERNAL
PARA EL TIEMPO