La Federación Nacional de Departamentos (FND) se ha venido consolidando como una institución de peso e influencia, pues ha sabido llevar con buen tino la representación de los departamentos y sus gobernadores antes las instancias nacionales e internacionales públicas y privadas.
Y es explicable en un país tan biodiverso y megadiverso como el nuestro, que es un país de regiones. Hoy se ve cómo las señales de esperanza, reactivación y progreso en muchos casos están viniendo desde las mismas regiones.
Desde los departamentos –a pesar del crecimiento exponencial de la violencia, la inseguridad y la extorsión– se está jalando el país y se está haciendo patria. No obstante, la desigualdad regional es escalofriante y el asfixiante centralismo nada ha logrado para corregirla.
Bastaría con ver las interesantes tablas departamentalizadas de contribución al PIB preparadas por ‘La República’ para aceptar que la actual versión del centralismo de Estado fracasó. Las inequidades aumentaron, la corrupción siguió creciendo y los ciudadanos en los territorios han quedado más desvalidos.
Es decir, la hiperconcentración de rentas e ingresos tributarios en el Estado central ni resolvió los problemas fiscales de la nación, cada vez más reventada, ni permitió a las regiones alcanzar mejores niveles de desarrollo.
La nación ha tenido más y ha gastado más. Entre más plata le entró, más derrochona se volvió. Asfixiaron a los contribuyentes con más impuestos y acorralaron más a los gobernadores dejándolos literalmente en los rines, mientras que la burocracia, la corrupción y el gasto nacional siguieron creciendo.
Por eso, además de la necesidad de avanzar hacia una descentralización más eficaz y justa para reconocernos como país de regiones, resulta indispensable que el Estado central les devuelva a los departamentos una porción de lo que les ha quitado en los últimos 30 años desde que se aprobó la Constitución. ¿Cuánto? Lo dirán los estudios técnicos rigurosos.
La nación ha tenido más y ha gastado más. Entre más plata le entró, más derrochona se volvió
Esto no pasaría de ser un reclamo sin efecto real de no ser por las particulares circunstancias del momento. Me explico.
El laborioso director ejecutivo de la FND, Didier Tavera, y la actual mesa directiva han preparado una agenda constitucional y legislativa para avanzar en el sentido mencionado y por primera vez los gobernadores tienen a un hombre 100 % jugado con ellos presidiendo la Cámara. El actual presidente de la Cámara, Jaime Raúl Salamanca, es llave política del actual presidente de la FND, el gobernador de Boyacá, Carlos Amaya.
Intuyo una sencilla ecuación política… si el Gobierno nacional quiere que pasen sus reformas en Cámara tendrá que dar luz verde a una devolución de rentas para fortalecer la descentralización y apoyar a los departamentos.
No escribo de oídas. Soy testigo presencial de la movilización suprapartidista y multiestamentos que lidera el gobernador del Atlántico para que le devuelvan la plata que le quieren recortar –lo que se repite en muchos departamentos– y soy testigo presencial de las palabras del ministro Cristo apoyando la agenda de la FND ante una plenaria de gobernadores molestos con el Presidente porque los dejó plantados en su solemne acto de celebración de los 30 años de la FND en el Jorge Eliécer Gaitán. No creo que les vayan a poner conejo. ¿O sí?
Esta situación, cuando el Gobierno nacional tiene erosionada su popularidad y necesita de los gobernadores, obliga a una discusión de fondo sobre la distribución de rentas fiscales. Ya el valiente gobernador de Antioquia ha hecho una propuesta y vendrán más. El debate está abierto y demanda responsabilidad fiscal y fuertes acciones anticorrupción en el Gobierno nacional y en las regiones.
Lo cierto es que el modelo actual de distribución de rentas y responsabilidades que aplica también para los municipios resultó siendo inconveniente e inequitativo. Clarito: en Colombia se debe apoyar más a las regiones, departamentos y municipios y menos a los excesos de gasto y derroche del Estado central.
JUAN LOZANO