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¡Gracias, Petro!

Sería bueno que oyera un consejo: cuide, presidente Petro, sus bravuconadas, porque Trump amenaza una vez pero en la segunda actúa.

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¿Y por qué? Porque se “patraseó” o “reculó” frente al lío que armó al devolver los aviones con los deportados colombianos por cuenta de su temperamento impulsivo, errático y muchas veces irresponsable.
Durante varias horas el país estuvo amenazado con la quiebra por cuenta de aranceles del 25 y hasta del 50 % de los productos exportados a EE. UU., con especial perjuicio para café, petróleo, aguacates, flores y bananos. Analistas calculan que el dólar habría escalado por encima de los US$ 6.000. La visa para los colombianos estuvo trabada casi una semana. Todo el Gobierno y sus familiares iban a terminar sin visa. Y la hostilidad hacia los visitantes colombianos a EE. UU. fue (¿y todavía es?) tan evidente que no se salvaron ni pasajeros, ni pilotos ni azafatas del “cuartico”, donde la espera promedio no era menor de dos horas.
Y todo esto con la disculpa de defender la dignidad de los colombianos deportados, encadenados de pies y manos, uno de los protocolos propios de la seguridad nacional usuales en EE. UU. Pero ¿qué mayor violación a la dignidad de estos colombianos que el propio presidente de su país devolviéndolos en pleno vuelo? ¿Y que EE. UU. y Colombia terminaran agarrados porque el presidente Trump insistía en obligarnos a aceptar, lo que es nuestro deber, el regreso de estos connacionales?
Luego de que el presidente Petro dio reversa, empezó la batalla por quién había ganado la victoria en la crisis. Los del Pacto Histórico y las bodegas petristas agradecieron a nuestro mandatario haber defendido tan exitosa y gallardamente la “dignidad”, así nos hubiera puesto al borde del abismo. Pero en EE. UU. la versión fue otra: que Colombia aceptó al pie de la letra todo lo que indicaban los EE. UU. La clave de la diferencia la dio el director del DPS, Gustavo Bolívar. Según él, nuestro gran éxito consistió en que los deportados no bajaran del avión, ya en territorio colombiano, encadenados. ¿Victoria pírrica, para todo lo que Petro puso en riesgo? Hubiéramos podido limitarnos a protestar diplomáticamente, pero sin la actitud retadora de devolver los vuelos.
¿Qué mayor violación a la dignidad de estos colombianos que el propio presidente de su país devolviéndolos en pleno vuelo?
¡Gracias, Petro! Tuvo la sensatez de bajar la cabeza y no dejarnos envainados a todos. Hasta la CNN lo dijo: “El presidente de Colombia enseñó cómo no se debe negociar con Trump”. Y la prueba fue la cancelación de la Celac, que Petro encabezaría para hablar de migración. Pero muchos de los países que componen esta comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños no se arriesgaron a recibir el mismo trato de Colombia y la cumbre se canceló. Es decir, nosotros como conejillos de Indias para saber que Trump es capaz de sacar los dientes. Y con costo cero para EE. UU., nos blandió el garrote. Diferente si la pelea hubiera sido, por ejemplo, con algún otro país más poderoso, por lo tanto más peligroso que nosotros. Y Colombia ni siquiera estaba en el radar de los enemigos de EE. UU...
Como la inmensa mayoría de colombianos, ignoro si nuestro presidente duerme bien –lo pregunto por el horario de sus trinos– o si simplemente se trata de delirios de grandeza nacionalista que lo asaltan al amanecer, en los que en él reencarnan Bolívar, Allende, Gaitán, Lincoln, Martin Luther King...
Generalmente sus delirios los expresa con un toque de gran realismo mágico. En medio de la crisis dirigió a Trump, vía X, algo que debería imprimirse y guardarse en una urna en Palacio, al lado de la espada de Bolívar y del sombrero de Pizarro: que es muy aburridor viajar a EE. UU., pero que sí le gusta ir a los barrios negros. Que le gustan Whitman, Paul Simon, Chomsky y Miller. Que Sacco y Vanzetti tienen su sangre. Que “quizás algún día, junto a un trago de whisky qué (sic) acepto, a pesar de mi gastritis, podamos hablar francamente de esto, pero es difícil porque usted me considera una raza inferior...”.
Imagino a sus traductores ante frases como que esta es la tierra de la belleza de Remedios, de los coroneles Aurelianos Buendía, (...) de los cuales soy quizás el último. Ah. Y que nuestra sangre viene del califato de Córdoba, de los latinos romanos del Mediterráneo; y luego brinca a la civilización fundadora de la república, de la democracia en Atenas. Añade que en su tierra la orfebrería existía en época de los faraones egipcios y de los primeros artistas del mundo en Chiribiquete. Y corona: “Me matarás, pero sobreviviré en mi pueblo que es antes del tuyo, en las Américas”(...) “Túmbeme, presidente, y le responderán las Américas y la humanidad”. Como en un pasodoble, Petro pasa de tú a usted con el presidente Trump sin ningún problema.
Pero así como evitó la catástrofe, sería bueno que oyera un consejo: cuide, presidente Petro, sus bravuconadas, porque Trump amenaza una vez pero en la segunda actúa.
Entretanto... Bien por la Chica Morales y su ya famosa feria cartagenera Farex.
MARÍA ISABEL RUEDA

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