Los Viernes Santos suele llover en Bogotá. Durante muchos años, ese día frío, como el de hoy, nos llenaba de afecto alrededor de un evento que precedió a este y sin el cual no habríamos tenido la inspiración para traer de regreso el espíritu de su indeclinable creadora y directora: Fanny Mikey. Es verdad que el Festival Internacional de Artes Vivas (Fiav) no es el mismo Festival, y que no pretendemos, quienes hemos colaborado en esta idea, imitar su enorme legado, pero también lo es que en el reconocimiento de su encomiable tarea, a lo largo de dos décadas largas, es una manera de entender cómo las obras pueden terminar para que otros consigan levantar, con el mismo espíritu, espacios para la belleza y la cooperación en nuestra sociedad.
El Fiav contiene en su acrónimo algunas posibilidades de pensar en las palabras como creadoras del mundo. El Fiav contiene las letras de confiar, de confianza y de fianza, palabras que hoy son esenciales en un momento en el cual la humanidad debe recuperar la idea de que debemos asumir una absoluta convicción de que el arte y la cultura son esenciales en la posibilidad de imaginar un mundo distinto al adolorido por las guerras, las violencias y la desconfianza entre las culturas y la penosa realidad de una naturaleza que vive momentos de angustia frente al calentamiento y la elevación del nivel de las aguas, pidiéndonos que seamos capaces de construir un nuevo pacto, como el que han construido muchas y muchos de ustedes, artistas vivos, escenógrafos, músicos, luminotécnicos, directores, dramaturgas, artistas del circo, actrices y demás participantes, en estos once días que reunirán de nuevo en nuestras calles, teatros, plazas, corazones y mentes a 5 continentes, 14 países invitados, 28 compañías internacionales, 42 grupos distritales, 18 del Pacífico, 400 artistas, 100 obras, 35 escenarios, 50 eventos académicos, 5 días de mercado profesional, el estado de Río de Janeiro, Brasil, como región internacional invitada de honor, el Pacífico colombiano como región nacional invitada de honor y 11 días de fiesta para convertir a Bogotá en epicentro de las artes vivas del mundo.
El Fiav contiene las letras de confiar, de confianza y de fianza, palabras que hoy son esenciales en un momento en el cual la humanidad debe recuperar la idea de que debemos asumir una absoluta convicción en que el arte y la cultura son esenciales en la posibilidad de imaginar un mundo distinto
Parece fácil decir estas frases y cifras así, pero hoy quisiera insistir en estas breves palabras, en esa idea que está expresada en la posibilidad inmensa de reunir, por unos cuantos días, el mundo entero en un lugar. Entiendo mi exageración, pero también sé que debemos aspirar a crear nuevas comunidades que nos ofrezcan otros caminos distintos en este mundo cansado de sentir en su piel las heridas de la insensatez, este mundo que debe entender que produce belleza a manos llenas, que es belleza en sí mismo, y que quizá ha olvidado en algunos lugares que, después de todo, no hay mucho más que nuestra propia fuerza alrededor de las historias, el fuego, el baile, el sonido y el viento: de lo vivo, de las artes vivas.
Hay quien piensa que debemos ceder el territorio al pesimismo. Sin ser inocente o cursi, pienso que debemos volver a cantar, con Paulinho Moska, “de amor a la vida”, no del “miedo a la muerte”, “de la fuerza del azar” y no “de la mala suerte o de la suerte”. Caminemos en laberintos, olvidemos los caminos rectos; vámonos de fiesta sin pensar en metas como flechas en el objetivo. Quizá, como dice en su bella canción ‘A seta e o alvo’ (‘La flecha en el objetivo’): “El objetivo probablemente no nos esté esperando, pero siempre podemos mirar al infinito […] para lanzar el alma al espacio”.
El futuro es ahora. Esta noche. Este instante que se une por la magia del tiempo a aquellos Viernes Santos en los cuales los habitantes de este país y de esta ciudad, en verdad, nos reunimos en los teatros de la vida para mirar juntos hacia el mismo horizonte.
JUAN DAVID CORREA ULLOA
Ministro de Cultura