Leo las noticias, reviso las encuestas, y me llevo la enorme sorpresa de que Donald Trump puede ser el presidente de Estados Unidos. Pienso que es increíble que algo así suceda, pero muy pronto caigo en la cuenta de que ya lo fue. Los norteamericanos lo eligieron alguna vez. ¡Increíble!
Ando en esas, tratando de entender cómo es posible que millones de electores puedan desear que los gobierne un mitómano, un machista, un racista, un arrogante, un hombre que habla de los inmigrantes como si se tratara de bestias salvajes –en un país de inmigrantes... el gran país hecho por los inmigrantes, incluidos los antepasados de Trump–, ando en esas, tratando de entender lo inentendible, cuando llega a uno de esos chats decadentes en los que uno termina metido sin saber a qué hora, el comentario envenenado de uno de aquellos que se hizo a la América –lo conozco aunque no lo reconozco–, que entró de manera ilegal, que sufrió la angustia de los inmigrantes, que contó con la ayuda de otros que pasaron por las mismas antes que él, y que ahora apoya a Trump, lo ensalza, lo idolatra, le endosa su voto y promete el de su familia, para que haga realidad su promesa de "cerrarles las puertas con llave a esos inmigrantes que nos tienen jodidos, que se quieren quedar con lo que hemos construido".
Él ya no es inmigrante: él es ciudadano norteamericano. Un gringo viejo.
Lo leo y no lo creo.
Aquel que llegó a Estados Unidos con una mano adelante y otra atrás, con temores y sin papeles, se cree ahora el más estadounidense de todos, y está convencido de que el mayor de los males de la nación que lo acogió es la inmigración. Él ya no es inmigrante: él es ciudadano norteamericano. Un gringo viejo. Lo avergüenzan aquellos que llegan mendigando una oportunidad... como llegó él algún día. Lo avergüenzan aquellos que buscan un mejor futuro para sus hijos... como lo buscó él en su momento.
Leo que personajes como ese, que niegan su pasado, son los grandes electores de un candidato que, de alguna manera, también reniega de su historia, de sus antepasados alemanes y quizás también de su propia madre, que llegó sin un centavo a Estados Unidos procedente de Escocia, en busca de oportunidades, y tuvo que desempeñarse varios años en trabajos domésticos.
Leo las noticias, y no puedo creer que semejante candidato esté en las encuestas a la par de una mujer brillante, culta y preparada como Kamala Harris. Pero ya nada extraña.