“No, no es tan fresquito, hoy domingo hizo alrededor de 35 grados”, nos cuenta Manuel Rosero, un compañero de avanzada que ya está en Catar para cubrir la fiesta del Mundial. La Fifa había argumentado, para cambiar la fecha del torneo, que en junio-julio el calor es auténticamente insoportable, pero que en noviembre-diciembre el termómetro andaría entre los 24° y 26°.
Sin embargo, los primeros testimonios lo desmienten. Habrá que estar siempre a cubierto, con aire acondicionado. “Casi no hay gente en las calles y nada preanuncia que en siete días haya un Mundial aquí”, agrega Manolo, quien aprovecha para lanzar una advertencia muy terrenal: “Ojo… una cerveza sale entre 12 y 14 dólares”.
Catar despierta una curiosidad general: ¿cómo será eso? Desde el nombre, invita a pensar en paisajes y costumbres exóticas. ¿Es verdad que habrá discriminación hacia las mujeres? ¿Será todo tan galáctico? Hacia allí está peregrinando la inmensa legión del fútbol. Desde ese minúsculo, casi invisible punto del globo terráqueo, irradiará su luz y sonará sus tambores la número cinco. Ningún acontecimiento humano puede igualarlo en repercusión, solo una guerra. Y, como las guerras, en el mismo instante en que finaliza, se convierte en historia.
“Uruguay es tan chico que para tirar un córner te tenés que ir a otro país”, decía Marcos Lubelski, empresario futbolístico rosarino residente en Montevideo, quien sentía verdadero cariño por la patria de Artigas. ¿Y Catar, entonces? El emirato entra 15 veces en el mapa de Uruguay. Y queda lugar. Ese pedacito de tierra casi diez veces más pequeño demográficamente que San Pablo, Ciudad de México o Buenos Aires, estará omnipresente durante 28 días en las noticias de todo el universo. ¿Eso buscaban al pedir la sede? ¿Visibilidad, prestigio, ampliar el piso de sus negocios, sentarse en la mesa de los grandes? Catar 2022 será el Mundial más caro de la historia: 220.000 millones de dólares. Nadie gasta semejante dineral para una fiestita de 28 días si no hay otra intención muy poderosa detrás.
Llamativo: justo faltando una semana para iniciarse el Mundial saltaron, juntos, todos los resortes políticos y mediáticos de Occidente. La condena por los supuestos 6.500 obreros muertos en la construcción de los estadios se disparó en bloque desde Estados Unidos, Francia, Alemania, Dinamarca… No va a vivir su fiesta en paz, Catar. La empresa de indumentaria Hummel y la Federación Danesa se habían puesto de acuerdo en tapar el escudo de esa selección en sus camisetas como repudio a Catar 2022. A su vez, el viernes último, la Fifa le comunicó a Dinamarca que no podrá acudir a los entrenamientos en Doha con una blusa que portaría el lema ‘Derechos humanos para todos’.
Si Dinamarca, como Francia o Alemania, están indignados con las autoridades cataríes, ¿por qué participan? Están en su derecho de retirarse. Incluso los jugadores: si estaban dispuestos a lucir esas leyendas, pueden renunciar a jugar, aún están a tiempo. Europa es el mayor generador de guerras que ha sufrido la humanidad —ahora mismo tiene una—, el daño que ha hecho a terceros es incalculable en vidas y bienes, en miseria y dolor, no obstante, se siente eternamente con derecho a amonestar al resto del mundo.
La condena por los supuestos 6.500 obreros muertos en la construcción de los estadios se disparó en bloque desde Estados Unidos, Francia, Alemania, Dinamarca… No va a vivir su fiesta en paz, Catar
Los seleccionadores se quejan de que reciben a los futbolistas apenas una semana antes y no pueden ensayar. Ellos también están a tiempo. Este Mundial es así. Y puede que sea muy bonito, no lo desahuciemos de antemano. Lo que debemos lamentar, incluso más que los lesionados —que no son pocos—, es la cantidad de figuras que no asistirán al torneo directamente por no haber clasificado, empezando por Erling Haaland, una superestrella en estado de gracia. Pero también faltarán Verratti y Chiesa (Italia), Alaba (Austria), Patrik Schick (República Checa), Mohamed Salah (Egipto), Victor Osimhen (Nigeria), Jvicha Kvaratsjelia (Georgia), Luis Díaz, Cuadrado y James (Colombia), Arturo Vidal, Alexis Sánchez y Ben Brereton (Chile), Micky Almirón (Paraguay, de brillante momento en el Newcastle), Riyad Mahrez (Argelia)… Son muchos. Metidos todos en la coctelera del campeonato, le aportarían brillo.
¿Y quiénes son los que llegan en un gran momento de forma? Los tres del PSG: Mbappé, Messi, Neymar; el uruguayo Valverde, el fenomenal y silencioso Harry Kane; Xhaka y Saka, ambos del Arsenal, suizo el primero, inglés el segundo. El belga De Bruyne, el polaco Lewandowski, Vinicius… Y atención a este nombre: Jamal Musiala, el angloalemán de 19 años de rutilante presente en el Bayern de Múnich. Es un mediapunta lleno de calidad que combina gol con creación y asistencias. Muy técnico e inteligente. Hijo de padre nigeriano-británico y de madre alemana, nació en Stuttgart, pero comenzó actuando en las inferiores del Chelsea y en la selección sub-15 de Inglaterra. Luego la familia se estableció otra vez en Alemania y representa a la Mannschaft. De perfil bajísimo, camina sin hacer ruido, no obstante, es titularísimo en el Bayern y lleva 12 goles en 22 cotejos. Y eso sin ser delantero neto. Atención a él.
La mala para Sudamérica: Ecuador está atrapado en su propio laberinto, llamado Byron Castillo. El lateral es cuestionado por su fecha y lugar de nacimiento. Hasta antes del fallo del TAS (que lo consideró colombiano) la mayoría tenía una fundada confianza en la participación tricolor. La sanción ha sido un terremoto que resquebrajó los cimientos. ¿Hay que llevarlo igual? ¿Hay que alinearlo? ¿O desconvocarlo y enojar al resto del grupo? La Federación no sabe qué hacer. Se enturbió el clima previo. Todos sabían desde hace años que jugaban con fuego. Ahora se quemaron. Se escuchan protestas: “El TAS no puede decidir nacionalidades”. Efectivamente, no lo hace, pero le presentaron papeles que no cerraban. Y cabe aclararlo una vez más: el TAS no está por encima de las normas de ningún país, simplemente para la ley del fútbol manda el TAS, y la Federación Ecuatoriana se somete a esa ley al afiliarse a la Fifa. Si no está de acuerdo, puede salirse, es libre.
El Grupo Panini, con sede en Módena (Italia), no sale de su asombro: multiplicó por diez la venta de figuritas/cromos/estampitas tan tradicionales en los mundiales. Ejecutivos de la empresa confiaron en círculos privados que se han vendido hasta hoy 14.000 millones de sobres. Lo repetiremos en letras: catorce mil millones. Una locura. Y que no han montado campaña alguna para experimentar semejante fenómeno de ventas. No pueden explicarlo. Nosotros sí: es, simplemente, el crecimiento exponencial de la pasión por el fútbol, que nos envuelve a todos. Catar 2022 dará otra muestra aplastante.
JORGE BARRAZA