Entre los buenos resultados económicos del primer año de la istración Petro se destacan las correcciones de los desequilibrios macroeconómicos. El primero es la reducción del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. El segundo es la disminución del déficit fiscal, incluido el del fondo de estabilización de precios de combustibles. Para financiar el gasto social del Gobierno, este ajuste estuvo acompañado con la reforma tributaria. El tercero y más reciente es la reducción de la inflación, que ya completó cuatro meses.
Estos procesos han generado la disminución de la tasa de cambio y de las tasas de interés de los bonos de deuda pública (los TES). Este comportamiento se inició a fines de octubre, después un período negativo a comienzos del Gobierno. Ambas caídas reflejan la recuperación de la credibilidad en la política macroeconómica y muy especialmente el compromiso con la regla fiscal. También, de acuerdo con muchos inversionistas, el reconocimiento de que Colombia tiene pesos y contrapesos en las decisiones de políticas públicas.
Hay, sin embargo, dos tendencias preocupantes. La primera es la fuerte desaceleración del crecimiento económico. El del primer trimestre fue positivo: un 3 %. Pero, como lo muestra el indicador de seguimiento a la economía del Dane, el conjunto de abril y mayo fue nulo. No sería sorprendente, por lo tanto, que cuando se haga pública la estimación del crecimiento del PIB del segundo trimestre, este haya sido nulo o insignificante.
Los indicadores de opinión muestran, en general, que la tendencia adversa se mantuvo en junio y julio. El índice de industria de Davivienda de julio muestra una caída de ventas, aunque no de producción. La encuesta de opinión del consumidor de Fedesarrollo muestra también una disminución en julio, y su índice de confianza comercial había mostrado una caída en junio y el de confianza industrial, una pequeña mejoría, pero con una disminución de los pedidos.
Si se confirman estos comportamientos, el tercer trimestre también sería de crecimiento nulo o muy bajo. Esto podría implicar que el mercado laboral comenzaría a mostrar resultados adversos, lo que es preocupante, ya que el aumento del empleo, que había sido muy dinámico hasta octubre del año pasado (aumentos anuales del 7 % o más), ha tendido a desacelerarse.
La segunda tendencia preocupante es la disminución de las exportaciones de bienes, de casi el 11 % entre los primeros cinco meses de 2022 y el mismo período en 2023. Aunque esto se debe ante todo a la disminución de los precios de los productos tradicionales, especialmente del petróleo, muestra también que las exportaciones no tradicionales se han mantenido constantes e incluso con una tendencia a la baja desde mediados de 2022.
El comportamiento de las exportaciones no tradicionales es preocupante por tres razones diferentes. Primero, frena una de las posibles fuentes de crecimiento. Segundo, puede detener la corrección del déficit en cuenta corriente. Tercero, elimina la fuente esencial para reemplazar el petróleo como producto de exportación del país.
Es urgente, por lo tanto, que se ponga en marcha una ambiciosa estrategia de reactivación, con tres elementos. El primero es una reducción de la tasa de interés del Banco de la República, obedeciendo la decisión de la Corte Constitucional en 1999, la cual señaló que el Banco no puede ignorar el empleo y la actividad económica. El segundo, como lo ha anunciado el ministro Bonilla, es mejorar la ejecución de la inversión pública, en especial de los sectores que se encuentran rezagados, como el transporte, la vivienda social y el sector agropecuario. El tercero es una política ambiciosa para promover las exportaciones no tradicionales, como parte de la política de reindustrialización que coordina el ministro Umaña.
JOSÉ ANTONIO OCAMPO