Hace poco algún político colombiano –alguno no, todos– volvió a citar esa famosísima frase del Quijote que dice así: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos…”. De hecho es la única frase de ese libro sin igual que se cita siempre y que la gente más conoce y aplaude como prueba de la sabiduría y la belleza que Cervantes logró destilar en su obra inmortal. “Ladran, Sancho, luego cabalgamos…”, también es una versión popular.
Pero hecha la cita, hecha la aclaración. Porque esa frase, como se sabe, no está en el Quijote y siempre que alguien incurre en ella sale una legión de iluminados, una “caterva de filósofos”, como la llamó el propio Cervantes, a decir con ojos abiertos, como si fuera la gran revelación, que esa cita es apócrifa y que no está en el Quijote (esto se dice en mayúsculas). No sabe uno ya qué lugar común es más común, si la frase o la corrección.
Aunque no son solo los políticos colombianos los que brillan por su erudición y su innegable pasión cervantina. No. También los españoles, los peruanos, los argentinos, los chilenos, los ecuatorianos y hasta los ses y los italianos, con traducción simultánea, acuden al ladrido de los perros para señalar que van por buen camino y que si muchos los critican es porque están haciendo lo correcto.
Ese parece ser el sentido oficial que tiene esa frase, el de la reivindicación de la terquedad quijotesca y heroica cuando uno sabe para dónde va, y cabalga, mientras los demás se lo impiden y lo cogen a piedra. Por eso la citan tanto quienes se ven reflejados en ella; y aunque no he hecho el cálculo, estoy seguro de que cada dos minutos, más o menos, algún incomprendido en el mundo evoca esa frase tan conocida como espuria.
¿De dónde salió esa frase y cuándo y quién se la atribuyó a Cervantes? Eso tampoco se sabe muy bien, como suele pasar con todas las citas célebres que son falsas. Hay quienes dicen que es una frase que algún día dijo el poeta nicaragüense Rubén Darío, pero no es cierto; hay quienes se la endilgan a Miguel de Unamuno, uno de los más profundos lectores del Quijote, quien tampoco la dijo.
No sabe uno ya qué lugar común es más común, si la frase o la corrección.
El que sí la dice es Don Quijote pero en la película fallida y trunca que sobre las andanzas y desventuras del hidalgo quiso hacer Orson Welles en 1957 y que financió (mal, pues se acabó la plata) Frank Sinatra. Allí se ve al “caballero de la triste figura” cabalgando junto a Sancho Panza, al que asedian y le ladran unos perros que él ahuyenta. Su amo le dice: “Si ladran, es que cabalgamos…”. Contesta el escudero: “¿Pero hacia dónde?”.
Hay un poema de Goethe, dice internet, que es idéntico y entraña la misma idea. Se llama El canchoso (para decirlo en bogotano) y termina así: “Y sus estridentes ladridos / nos señalan que vamos cabalgando…”. ¿Fue de allí de donde Cervantes, ya muerto hacía dos siglos, sacó la idea de esa frase suya, la más famosa, que nunca escribió? Es lo más probable, yo creo. Era lo único que le faltaba al pobre don Miguel.
Su vida, como se sabe, estuvo marcada por la pobreza, el desengaño y la frustración. Nunca se quejó ni maldijo y las penas no amargaron su talento, al revés: tenía un corazón compasivo y bueno que encontró el cauce y el refugio de sus libros, cada día mejores. Y como nadie es tan de malas para siempre, un funcionario del rey Felipe II lo salvó de venir a Colombia y sugirió: “Este señor ya ha sufrido mucho, mejor que se quede aquí…”.
Gracias a eso escribió el Quijote, y al poco tiempo un enemigo suyo, con el seudónimo de ‘Avellaneda’, sacó una segunda parte tan pirata como la frase de los perros, que tampoco está allí. Entonces Cervantes tuvo que sacar su propia continuación de su propio libro. Dos años después murió.
“Ladran, Sancho, luego son perros…”. Esa es la mejor versión.
JUAN ESTEBAN CONSTAÍN
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