En este país incendiándose, desde una orilla gritan que Duque se demoró en retirar la reforma, y desde la otra que no ha debido arrodillarse ante la presión de los violentos. Retirarla era el camino. Lo cierto es que todas las circunstancias que rodearon ese malhadado proyecto fueron desafortunadas y nada bueno se derivó de esa terca escaramuza que prendió peligrosas chispas que capitalizaron los vándalos.
Sea por ello el momento adecuado para agradecer a quienes expresaron constructivamente su desacuerdo con el adefesio, proponiendo alternativas y opciones; a quienes levantaron voces críticas pero respetuosas de las diferencias; a quienes trataron de articular alternativas de solución frente a la crisis fiscal y a la urgencia de los apoyos sociales para los más pobres; a quienes protestaron en paz y con precauciones de bioseguridad, tratando incluso de aislar a los vándalos.
La recuperación de la cordura colectiva debe pasar por reconocer simultáneamente las razones profundas que tienen los ciudadanos inconformes, que son millones, y los excesos inaceptables y criminales de los vándalos y sus incitadores, que no son muchos; por reconocer simultáneamente los errores del Gobierno, y la necesidad de una reforma muy distinta ante las urgencias sociales y fiscales que lo agobian; por reconocer simultáneamente la vigencia plena del derecho a la protesta pacífica y la irresponsabilidad de quienes la estimulan incendiando multitudes en tiempos de un letal tercer pico de covid.
Por otra parte, la búsqueda de un camino de consensos básicos debe partir de reconocer tanto la necesidad de extender algunos programas sociales como el esfuerzo importante y de buena fe que ha implicado lograr las coberturas actuales, así como la consideración realista y prudente del alcance del incremento en el recaudo al que se puede aspirar, sin seguirle mandando chorros de gasolina al incendio callejero y sin pegarle otro frenazo en seco a la reactivación económica. Caminos hay.
El Gobierno quedó notificado en todos los tonos acerca de la insatisfacción ante la timidez del plan de austeridad. Quedó notificado también acerca de la fatiga colectiva ante los excesos y abusos de la corrupción que nos agobia desde hace décadas, por causa, entre otras razones, de un sistema electoral de costos multimillonarios que convierte las campañas políticas en empresas criminales en procura del Estado-botín.
A Iván Duque le tocó enfrentar a causa de la pandemia, una situación absolutamente inédita y explosiva. Es muy fácil ser profeta del pasado y criticón de oficio. Es muy fácil echarle la culpa de todos los males al gobierno de turno, olvidando las malas herencias que recibió. Pero ya todas esas son consideraciones estériles. No es momento de hacer la contabilidad de culpas. Es la hora de las grandes responsabilidades y de recuperar el camino.
No podemos seguir tolerando, como sociedad, que a nuestros policías, indefensos y acorralados, los ataquen a piedra, los insulten, los lesionen y los maten, sin que nada pase. Todas las garantías para la protesta pacífica y toda la fortaleza para capturar y condenar a quienes asesinan, maltratan y lesionan a nuestros policías y soldados.
A juzgar por lo ocurrido en las últimas horas, el solo anuncio del retiro de la reforma no cierra el capítulo, pues la inconformidad sigue. Hay que predicar con el ejemplo y abrir ante la ciudadanía espacios de diálogo y concertación sobre este y otros temas como la reforma de la salud. Algo tan delicado como lo que debe concertarse no puede ser de competencia exclusiva del Ministerio de Hacienda.
Así que manos a la obra con sensibilidad social, tolerancia democrática, humildad republicana, espíritu propositivo y toda la firmeza para enfrentar a los vándalos y a los violentos.
No hay tiempo que perder.
JUAN LOZANO