Cosas que hay que prohibir

Luego de una semana llena de emociones por causa de Gina Parody, el Procurador, los cristianos, los padres de familia, las protestas, los LGBT, las cartillas y los niños, la conclusión evidente para aquellos que se encuentran en la orilla de la senadora Vivian Morales y el cardenal Rubén Salazar, geniales creadores del concepto de la “ideología de género” (que ni académica ni teóricamente existe), es que al país le quedó claro que los conservadores son tan poderosos que aquí se hace exactamente lo que ellos digan.

En palabras sencillas, si el Procurador, los pastores cristianos, la Iglesia católica, el Centro Democrático y la muy ‘liberal’ senadora Vivian aseguran que el sol sale por el occidente y cualquier fulano con argumentos les refuta la idea, vendrán las manifestaciones, los insultos, las pancartas y... El país entero entre atemorizado y amenazado terminará reconociendo que sí, que tienen razón, que el sol sale por el occidente, y punto.

Confieso que ese fue el sabor de boca que me quedó tras las declaraciones del presidente Santos, agachando la cerviz luego de la jornada de protestas ofensivas, homofóbicas y discriminatorias de los conservadores. En lugar de hacer un férreo respaldo a su ministra de Educación y a la idea de un país que desde la escuela enseña a respetar la diversidad de género y las identidades de género no hegemónicas, el mandatario prefirió bajarle el tono a la discusión y garantizar el voto de unos cuantos para el plebiscito por la paz. ¡Pobre Gina! ¡Se quedó sola! ¡El precio de la paz!

En vista de esta claudicación, los arriba mencionados deberían aprovechar la coyuntura para empezar a avanzar en peticiones absurdas. Es evidente que ante la inminencia del plebiscito y la urgencia de conseguir muchos votos por el sí, el Gobierno no solo parece dispuesto a llenar de ‘mermelada’ las regiones, sino que también parecería presto a ceder ante los más recalcitrantes, así sus pedidos vayan en contravía de un presidente que se ha mostrado progresista.

Por eso propongo, a continuación, una lista de cosas que deberían prohibirse para estar en consonancia con los tiempos medievales que tanto gustan a quienes ocuparon los titulares de prensa la semana pasada:

1. Hagamos que el único matrimonio legal ante la ley sea el que se da ante un padre de la Iglesia católica o un pastor de una Iglesia evangélica. ¿Para qué darles ese poder a jueces y notarios, seres que no han sido ungidos por el señor creador? El matrimonio es una unión solemne y, como tal, Dios debe ser su único garante.

2. Encerremos nuevamente a las mujeres en las casas para que se dediquen a la crianza de los niños y las labores del hogar. ¿Acaso cuando se habla de la familia tradicional que tanto les gusta a quienes enarbolan la Biblia no se hace referencia a aquella en la que el único que trabaja, vota y opina es el hombre?

3. Mandemos a la cárcel a todos los gais y lesbianas. Son pecadores, gente enferma que debe tenerse al margen de la sociedad. ¿Qué le han hecho nuestros hombres de bien al mundo para tener que soportar esa abominación andando por las calles? ¡Viva la cárcel para los gais! ¡Arriba la castración química!

Es obvio que estoy exagerando, que nada de esto tiene sentido. ¿Pero acaso tuvo lógica lo que vimos la semana pasada? ¿Un montón de personas enarbolando la Biblia como si esa fuera la Constitución de nuestro país?

* * * *

#PreguntaSuelta: ¿De verdad Peñalosa piensa dejar al garete a los indigentes que sacó del ‘Bronx’ y que ahora se tomaron el centro de la ciudad?

JUAN PABLO CALVÁS