Más allá de los asuntos de la vida personal del presidente de la República (que solo competen a él), la carta publicada por el excanciller Álvaro Leyva plantea problemas que tienen consecuencias políticas e institucionales ya no para el Presidente, sino para el Estado colombiano, que no se pueden pasar por alto.
La afirmación más problemática de la carta es aquella en la que señala: "La ocasión en que usted (el presidente Petro) se desapareció dos días en París durante una visita oficial. Como si inteligencia sa fuera incompetente como para no haber conocido su paradero. Momentos embarazosos para mí como persona y como su canciller. Y mucho más cuando supe dónde había estado".
Para comenzar, se trataba de una visita oficial. Y en esa condición el Presidente estaba representando al Estado colombiano. Y eso ya le imponía límites infranqueables a cualquier interés personal que pudiera tener el primer mandatario en París. El Presidente debía saber que, mientras dura la visita, sus intereses solo pueden ser los del Estado al que representa. Por protocolo, no puede haber detalle que no esté previsto, ni nada que no se pueda anticipar. Si hay alguna actividad privada o un interés personal por algún asunto o visita (así sea a los "parques, museos o librerías"), se debe informar al anfitrión. No se puede permitir que le pase nada en su territorio. No es por otra razón por la que el país anfitrión pone su servicio de seguridad e inteligencia al centímetro del ilustre visitante. No le va a perder pisada mientras esté de visita oficial. Y esta solo termina cuando el Presidente sale del país.
Se trata especialmente de una deslealtad del excanciller con el Estado al que estaba sirviendo como el escogido por el Presidente para conducir las relaciones internacionales.
El entonces canciller Leyva debía ser consciente de lo que estaba sucediendo con la "desaparición" de Petro en París (que, según reportes de los medios, sí se produjo). Sobre todo sabiendo de las consecuencias de que la información obtenida por la inteligencia del país anfitrión (cualquiera que este fuera) podría tener efectos negativos para la imagen internacional del Presidente de Colombia, así como para el futuro de las relaciones bilaterales con el país anfitrión y mucho más para el desarrollo de los asuntos acordados en la visita.
Por el contenido de la carta, se deduce que el entonces canciller prefirió guardar silencio con respecto a lo sucedido. Tanto con el Presidente como con las instituciones del Estado que (por las posibles implicaciones que podría tener la decisión de un presidente de "desaparecer" durante una visita de Estado) debían estar informadas del tema. Y esa decisión le confiere una seria responsabilidad con lo sucedido.
Los ministros no pueden olvidar la obligación que asumen con el Estado al que van a servir, cuando en su posesión en el cargo juran cumplir y hacer cumplir con la Constitución y la ley. Leyva no solo tenía la obligación de hacer ver al jefe del Estado las posibles consecuencias que tienen sus decisiones cuando está en visita oficial, sobre todo si esa actuación implica incurrir en una mala conducta, como sugiere en el excanciller en su carta. Ahora, si se trata del riesgo implícito en las actuaciones de personas que están abusando de su posición en el Gobierno o su cercanía con el Presidente, tiene la exigencia de denunciarlo como en su momento lo hicieron la Vicepresidenta, el director de la UNP y la ministra Muhamad sobre la inconveniencia de mantener a Benedetti y Sarabia en el Gobierno.
Leyva se tardó más de 20 meses en poner de presente asuntos relacionados con posibles abusos de poder que el Presidente pudo cometer en el ejercicio de su cargo. Y por esa razón, no han tardado los defensores de Petro en salir a calificar la carta como un acto de deslealtad del excanciller con el presidente que lo nombró. Pero se trata más de una deslealtad del excanciller con el Estado al que estaba sirviendo como el escogido por el Presidente para conducir las relaciones internacionales del país. Y eso le implicaba poner de presente límites al Presidente que, por incómodos que pudieran ser, no se podían cruzar, y así mismo obligaciones que no se podían eludir.
* Profesor titular de la Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional