En la tarde del jueves, el suspenso llegó a su fin. Macron finalmente dio a conocer el nombre de quien será el próximo primer ministro de la V República sa. Y es que el presidente mantuvo a sus compatriotas —y a las casas de apuestas— mordiéndose las uñas durante más de cincuenta días, sumidos en un suspenso comparable quizás solo con el que padecíamos los televidentes antes de que la industria del entretenimiento nos condenara a consumir series con la compulsión de los adictos.
Macron, quien en los últimos 6 años se ha convertido en el rostro más visible del centro político en el mundo, sorprendió al público con la elección de Michel Barnier. Y al hacerlo también le dio una bofetada al Nuevo Frente Popular, la coalición de partidos de izquierda que por tantos años le han servido al presiente para frenar el ascenso de la ultraderecha encabezada por Marine Le Pen, la maestra sa de la reinvención.
La historia es la siguiente: luego de que el partido de Le Pen arrasara en las elecciones al Parlamento Europeo, Macron se jugó la vida política al azar, como un bandolero del viejo oeste, disolviendo el Parlamento francés y llamando a elecciones legislativas, las cuales constan de dos vueltas. Durante la primera, el presidente llegó a describir a la izquierda y a la derecha como dos extremos igual de peligrosos para la democracia, pero cuando la ultraderecha salió victoriosa, Macron acudió una vez más a la izquierda, como lo hacen los amantes infieles, para formar una alianza en la segunda vuelta y frenar a Le Pen. Y, para sorpresa del propio Macron, quien finalmente triunfó no fue ni la derechista Agrupación Nacional de Le Pen ni el centrista Ensemble de Macron, sino la coalición de izquierda, el Nuevo Frente Popular, integrada por socialdemócratas, socialistas y ecologistas.
Macron, quien en los últimos 6 años se ha convertido en el rostro más visible del centro político en el mundo, sorprendió al público con la elección de Michel Barnier
Todo parecía indicar que Macron respetaría el llamado de los votantes y nombraría a un primer ministro oriundo del Nuevo Frente Popular, pero el presidente francés no solo rechazó la mano que le tendió la izquierda, sino que la respondió con una bofetada, para luego dar media vuelta a la derecha y designar como primer ministro a Barnier, un viejo escudero de los discursos antinmigración y miembro veterano del derechista Partido Republicano. Por cierto, en la contienda, los republicanos no fueron ni los primeros más votados, ni los segundos, ni los terceros, sino los cuartos. Por lo demás, la elección de Barnier tiene bastante satisfecha a Le Pen.
Las maniobras politiqueras y retóricas de Macron exponen el talante delirante del discurso que profesa el centro político alrededor del mundo desde la caída del muro de Berlín. El centro acusa a la derecha y a la izquierda, como lo dijo el propio Macron, de representar dos orillas amenazas antidemocráticas, pero al hacerlo infringe el principio mínimo de la democracia que es reconocer la legitimidad de los adversarios. El centro culpa a la derecha y a la izquierda de dividir al mundo entre buenos y malos, pero al fraccionar a la sociedad entre extremistas y moderados, lo que hace es precisamente dividir al mundo entre buenos y malos. El centro alega que la derecha y la izquierda ofrecen versiones simplificadas de la realidad a los votantes, pero al situar a la derecha y a la izquierda en el mismo paquete, lo que hace es ofrecer una versión simplificada de la realidad a los votantes. Y, por último, el centro acusa a la derecha y a la izquierda de sectarismo, dando a entender así que solo reconoce la legitimidad de su propio dogma, pecando precisamente de sectarismo.
El centrista en busca del radical es como un detective tratando de resolver el misterio de un crimen que se encuentra, como última pista, con…un espejo.
SANTIAGO VARGAS ACEBEDO