Italian Screens presenta por estos días, en la Cinemateca de Bogotá y el Museo Arte Moderno de Medellín, una muestra del mejor cine italiano del último año y medio, con el prestigioso sello Rai Cinema. Destaco: El secuestro del papa (Rapito) –Pío Nono acusado de ordenar el rapto de niños judíos dogmáticamente bautizados– y Lo mejor está por venir (Il sol dell’avvenire) –empeño de un comunista director de cine que no claudica en su oficio de representaciones históricas y políticas más artísticas que comerciales–.
El secuestro del papa (Rapito, Italia-Francia-Alemania, 2023). Con Bellocchio nos trasladamos a la medieval Bolonia, capital de la región Emilia-Romaña, a mediados del siglo XIX. ‘El caso Mortara’ expuso los abusos del agonizante Estado Pontificio y preludió la reunificación de la República Italiana: un padre de familia judío del gueto boloñés (apellidado Mortara) luchó durante muchos años por rescatar del palacio papal a su hijo Edgardo, secuestrado cuando niño por Pío IX, el ‘papa rey’.
Más allá de la discreta recuperación de episodios dudosamente santificados, en exteriores intervenidos, se aplican las tesis del adoctrinamiento católico forzoso y el consecutivo lavado cerebral, similar a procederes racistas e inhumanos de la llamada ‘cruz y espada’ en tierras americanas. Un antecedente del iconoclasta cineasta en referencia: En nombre del padre (1971) o las atrocidades de cúpulas eclesiásticas y poderes políticos, que humillan y engañan a sus feligreses o copartidarios.
Porque no es la primera vez que el maestro Bellocchio esgrime taras e imposiciones religiosas del credo oficial para desmontar la doble moral cristiana y las hipocresías ‘en nombre del Espíritu Santo’, además de trazar supersticiones en torno al limbo de los no bautizados y cuestionar dogmas anacrónicos. Esta vez, su caballito de batalla es contra el fuero sacramental; es decir, bautismo y confirmación que obligan a perpetuar preceptos divinos y condenarnos a infiernos inexistentes, sin respetar los principios de la libertad de cultos.
Su provocadora aprensión política y religiosa está presente desde sus dos primeras producciones contestatarias del ‘nuevo cine italiano’, años 60: Manos en el bolsillo, o correctivos de una familia disfuncional, y China está cerca –grafiti en la sede del Partido Socialista–. Ideología anarquizante y planteamientos desoladores en títulos como Salto al vacío (1981) –juez que sobrelleva una depresión nerviosa–, Los ojos, la boca (1982) tras el misterio del hermano gemelo suicida, Buenos días, noche (2003) –secuestro del líder DC Aldo Moro, visto por una terrorista de Brigadas Rojas–, El traidor (2019) –primer informador de la Mafia, giro de la Cosa Nostra–, y el documental de una desesperanzadora tragedia familiar Marx puede esperar, (2021).
Lo mejor está por venir (Il sol dell’avvenire, Italia-Francia, 2023). Film político y nostálgica ‘comedia del arte’. El siempre juguetón Moretti recrea postulados marxistaleninistas y se reafirma en la firme posición separatista del régimen soviético estalinista, con el orgullo de los veteranos locales del Partido Comunista Italiano – “(…) porque éramos dos millones de entusiastas militantes”, en 1986–.
Aborda, entonces, la encrucijada revolucionaria en que se encontraba la izquierda democrática italiana, desde antes de la caída del muro de Berlín, y revisa particularmente la resistencia húngara contra los tanques rusos en Budapest. Fresco sentido del humor, caustico y ambivalente, respaldado por la trayectoria del cineasta independiente que, sin renunciar a sus raíces locales, retoma postulados ideológicos que fusionan el socialismo con doctrinas anarquistas. De rasgos individualistas y autobiográficos, Moretti reflexiona sobre los conflictos íntimos de un rodaje, para retractarse de fórmulas entretenidas o reglas de acción que le permiten distanciarse de Netflix.
Nanni Moretti, nacido en Bolzano del Alto Trentino (1953), vive en la Ciudad Eterna y se le considera el cineasta romano por excelencia. Responsable de comedias personalizadas, y de una que otra tragicomedia, suele protagonizar sus propias películas. Excéntrico genial y narcisista incorregible, quien salió del anonimato y sorprendió a los círculos intelectuales con una modesta cinta de autor filmada en Súper 8. En efecto, Io sono un autárquico (1976) vislumbraba las características vivenciales de su predisposición artística; jugador profesional de wáter polo y miembro juvenil de la selección Italia, su experiencia deportiva se refleja en la transgresora Palombella rossa (1989).
En La misa ha terminado (1985), un joven cura romano no puede deslindar los escándalos familiares originados por su progenitor y la crisis de valores atravesada por su feligresía. El padre Giulio, personificado por Moretti, busca la felicidad en medio de un mundo hostil, indiferente y materialista. Paloma roja atrajo la atención de críticos ses y fue calificada de renovadora puesto que, sin salirse de una piscina, reflejó la crisis ideológica de su país en las jugadas sin definiciones de sus compañeros de wáter polo.
Otros grandes cineastas italianos vivos, en ‘El abecé del cine de autor’: el napolitano Paolo Sorrentino (La gran belleza), el siciliano Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso) y el audaz romano Matteo Garrone (Gomorra). Ellos, tras las huellas del neorrealismo delirante y los trazos existenciales de los sublimes hermanos Taviani. Pero la revelación de los últimos años es toscana y se llama Alice Rohrwacher (Lázaro feliz y La quimera).