Los imperialismos locales

La crisis del derecho internacional hace que la única forma de luchar contra las dictaduras sea prevenirlas, pues una vez impuestas no hay forma de que dejen el poder.

Yuval Noaḥ Harari ha denunciado el resurgimiento del imperialismo gracias a la destrucción de contrapesos a nivel mundial y la imposibilidad de la ONU de hacer respetar el derecho internacional. Después de la Segunda Guerra Mundial se generó un rechazo hacia la expansión territorial, regla que la guerra de Ucrania destruyó.

Desde 1945, las potencias dominaron indirectamente a otros Estados a través de la economía, la política o incluso la cultura, sin necesidad de invadir otros territorios para obtener sus beneficios. La guerra de Corea implicó la última confrontación armada directa entre las potencias, que finalmente se selló en empate con la intervención de China. En las guerras posteriores, la Otán y la ONU realizaron intervenciones en Yugoslavia, Irak, Ruanda y el Sinaí que impidieron una masacre.

Lo más grave es que la ausencia de una respuesta efectiva de la comunidad internacional en Ucrania generó una pérdida de su legitimidad para responder a otras crisis regionales. El mundo observa impávido lo que sucede en Gaza sin poder hacer nada. La dictadura venezolana no solamente ha masacrado miles de personas, sino que generó una crisis de inmigración sin precedentes, sin que la comunidad internacional pueda dar respuesta. Ante esta situación, Harari propone que la Unión Europea y otros países emergentes (como Brasil, India o Indonesia) se empoderen para buscar un mayor equilibrio mundial, pero ello no se ve cercano.

El problema es que en el siglo XXI se ha generado un fenómeno más peligroso: los imperialismos locales. Minipotencias que destruyen la democracia y afectan enormemente a sus vecinos. El ejemplo más claro es Venezuela, convertida en un poder local que lleva años desestabilizando a Colombia volviéndose la guarida del Eln y las disidencias de las Farc. El tema es sencillo: mientras Nicolás Maduro no entregue el poder en Venezuela no habrá paz en Colombia. Cada vez que se tiene acorraladas a las guerrillas, estas cruzan la frontera, donde las reciben como en su casa. En campaña, el presidente Petro anunció que haría la paz con el Eln en tres meses, y llevamos dos años sin ningún avance y en su peor momento. Mientras tanto, Colombia le sigue el juego a Maduro y no suscribe las declaraciones de la OEA contra la dictadura, una vergüenza.

El derecho internacional que tantos conflictos evitó se encuentra en una grave crisis. Cuando un Estado no está de acuerdo con los organismos regionales como la OEA, la Unión Europea, la Comunidad Andina o el Mercosur simplemente se retira sin ninguna consecuencia. Al mismo tiempo, dentro de esos organismos, China y Rusia mueven influencias a su antojo y bloquean decisiones, como sucedió la semana pasada frente a Venezuela. Un bloqueo económico ya no significa nada cuando varias de las potencias más importantes del mundo no lo aplican y cuando Occidente es complaciente con totalitarismos y violaciones a los derechos humanos, como pasó en el vecino país.

Mientras tanto, el Fiscal de la Corte Penal Internacional expide órdenes de captura que nadie cumple porque no tiene forma de aplicarlas.

Ante semejante crisis solo queda una opción: cuidar la democracia y las instituciones en donde existan. Ya nadie va a salvar a los países en los que se imponga una dictadura, quedarán a merced de la arbitrariedad y la opresión, como Venezuela. Por ello hay que cuidar la independencia de la Rama Judicial y de los organismos de control, pues si se concentran en el Ejecutivo, ya no habrá marcha atrás ni ninguna ONU que nos defienda.

Como decía Orwell: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”, y con el cuento de la revolución y el cambio se perpetúan en el poder generando miseria y pobreza en los ciudadanos.

LUIS FELIPE HENAO

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