El problema que afecta la situación personal y política del senador Álvaro Uribe sigue ocupando en Colombia un primer plano. También ha trascendido a esferas internacionales. Personajes y funcionarios de otros países, tras lamentar la situación de Uribe, se han atrevido a meter baza en cuanto a cómo se aplica la justicia en Colombia. Bien que lamenten la delicada situación de un amigo, pero mal que critiquen decisiones de la justicia colombiana.
Tanta presión en favor de Uribe y en contra de la Corte Suprema de Justicia –darle ‘casa por cárcel’ al importante senador– ha servido para enredar más la madeja. En medio de semejante lío, enemigos de Uribe no han encontrado nada mejor que remover viejas acusaciones y viejos pleitos. Desempolvar a estas alturas culpas de Uribe cuando fue gobernador de Antioquia sirve, más bien, para desviar la atención del grave caso que está en proceso de confirmarse y de resolverse.
Por lo pronto, periodistas y congresistas, que aparentan saber más que magistrados y jueces sobre cómo se debe aplicar la justicia en Colombia, pusieron en el banquillo a la Corte Suprema de Justicia. Contradicen y censuran todas las decisiones que ha tomado este alto tribunal en el caso de Álvaro Uribe. Tratan de volver trizas la sentencia. Critican su extensión –1.554 páginas–, critican su contenido y critican la manera como fue redactada. Analizando los reparos que el Centro Democrático y los uribistas le hacen a la Corte Suprema de Justicia, queda claro que, para ellos, el senador Álvaro Uribe no ha cometido delito alguno. Dicen que está recluido en El Ubérrimo, porque la Corte Suprema es declarada enemiga suya.
Por lo pronto, periodistas y congresistas, que aparentan saber más que magistrados y jueces sobre cómo se debe aplicar la justicia en Colombia, pusieron en el banquillo a la Corte Suprema de Justicia.
Para salir de la órbita de la Corte Suprema, el senador Álvaro Uribe renunció a su curul. Entonces, su caso pasa a manos de la Fiscalía, entidad de bolsillo del Gobierno. Entre tanto, sin restricción alguna, el exsenador Álvaro Uribe se ha defendido con todas sus baterías y con total libertad en todos los medios de comunicación. Libremente ha podido echar pestes contra la Corte Suprema de Justicia por haberse atrevido a coartarle su libertad. Por lo tanto, el caballito de batalla del exsenador y de los congresistas del Centro Democrático es acabar con los altos tribunales de justicia que hay en Colombia y tener, en cambio, una sola Corte de Justicia.
En medio de tantos debates, la desastrosa pandemia no da tregua. Los bandidos de todos los pelambres asesinan sin compasión a líderes rurales, mientras los narcos amplían sus cultivos y multiplican sus ganancias. Entre tanto, en el país se debate el futuro inmediato de Salvatore Mancuso. Este paramilitar, excomandante de las Autodefensas Unidas, fue culpable de muchos crímenes y de muchas violencias. En 2008, en el gobierno del presidente Álvaro Uribe, fue extraditado a EE. UU., a medianoche, con otros bandidos. Hoy, a un paso de quedar libre por pena cumplida, por errores de trámite de la Cancillería, Mancuso no vendría a Colombia a ‘cantar’ y a pagar sus deudas con miles de víctimas. Viajaría a Italia, su país de origen, a gozar de completa libertad.
Para muchos, el error cometido por la Cancillería en la solicitud de extradición de Mancuso no fue involuntario. Creen que se enredó a sabiendas. Pues personajes vinculados a este gobierno tuvieron que ver con el nacimiento del paramilitarismo y con el desarrollo de sus actividades criminales. Por lo tanto, no les interesa que Mancuso regrese a Colombia a revelar alianzas, a confesar crímenes, a reparar víctimas. Les conviene que, calladito, disfrute en Italia de total libertad.
Mientras escribo esta nota, la situación de Mancuso sigue en suspenso. Si el enredo de la Cancillería no se subsana, adiós a sus confesiones, adiós al reparo de las víctimas. Para viejos cómplices, el silencio del paramilitar sería un alivio.
Entre tanto, esperemos que llegue la vacuna anticovid-19. Y esperemos que en el caso del exsenador Álvaro Uribe opere la justicia.
Lucy Nieto de Samper