El paro nacional tiene paralizado al país. De eso se trataba. Promovido y comandado por un comité liderado por Francisco Maltés, Percy Oyola, Luis Miguel Morantes, William Velandia y Jennifer Pedraza, se apropió de la vocería de los disconformes, que en realidad somos todos. Pero después de varias reuniones con representantes del Gobierno, no hay acuerdos. Por eso cumplimos tres semanas con ciudades y pueblos desabastecidos y colmados de manifestantes. La gran mayoría son pacíficos, pero muchos son violentos. Tan violentos que han asaltado y destruido almacenes, residencias, sedes bancarias, han quemado buses de transporte público y se han solazado destruyendo los CAI. Y en medio de tanta destrucción, los manifestantes bien intencionados siguen marchando y los vándalos siguen incendiando.
Por causa de este desgobierno, pues la autoridad nacional ha brillado por su ausencia, la ciudadanía que no marcha porque tiene que trabajar para ganarse el pan con el sudor de su frente está desprotegida, abandonada en medio de las turbas. Porque después de casi un mes de caos general, nadie sabe para dónde vamos. El Gobierno Nacional, resguardado en sus cuarteles, ha dado pocas señales de vida. El único funcionario que no descansa es el ministro de Salud, porque en medio del caos la pandemia sigue su marcha mortal.
Las consecuencias de este paro –convocado con todas las de la ley, pero transformado por acción de bandidos y malhechores en un caos de violencia, destrucción y muerte– han sido desastrosas para un país que va de mal en peor. Colombia está sumida en un estado de conmoción e incertidumbre, sin que se vislumbre una pronta solución a tantas frustraciones y tanto descontento.
Porque después de casi un mes de caos general, nadie sabe para dónde vamos. El Gobierno Nacional, resguardado en sus cuarteles, ha dado pocas señales de vida.
Lo cierto es que este paro se salió de madre. Convocado cuando la curva de la pandemia estaba en su punto más alto, sus consecuencias han sido devastadoras. Y mientras la muchedumbre marcha, los estudiantes se ven perjudicados porque no han podido ir a sus colegios y universidades. Y ni hablar de los perjuicios que han sufrido industriales, comerciantes, agricultores y, por supuesto, todos los trabajadores. En medio de las marchas, bloqueos y enfrentamientos, la situación de orden público es sombría.
Pedir mejoras con armas, garrotes y piedras en la mano, mientras se destruye cuanto se encuentra en el camino, se saquean negocios y se incendian CAI, almacenes y transporte público, es ponerse el cuchillo en el propio pescuezo. Y en eso estamos. Es lo que se padece a lo largo y ancho del país, a causa de un paro infiltrado por violentos con oscuros intereses, que le restan validez y deslegitiman una protesta justa y necesaria, para convertirse en un peligroso enfrentamiento entre algunos desadaptados y las autoridades.
A estas alturas, en medio de la parálisis general, con tantos muertos y heridos, con tantos bienes públicos y privados destrozados, con tantas empresas y ciudadanos arruinados, es urgente que el Gobierno retome las riendas de este país, hoy sin rumbo y a merced de las veleidades y exigencias en muchos casos utópicas del comité de promotores del paro.
Lo grave es que, además de este, el Gobierno tiene muchos otros problemas. Después de incesantes críticas, la en otras épocas brillante parlamentaria Claudia Blum no dio la talla como canciller y se vio obligada a renunciar. En su reemplazo, el presidente Duque nombró a la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, insistiendo en reciclar nombres de su séquito en lugar de abrir las puertas a una verdadera renovación y a nuevos aires. La nueva ministra de Relaciones Exteriores ya empezó a cumplir su papel viajando a Washington, supuestamente a explicarles la situación del país al presidente Biden y a algunos congresistas. También se posesionó la ministra de Comercio Exterior, María Ximena Lombana. Y está próxima a salir la ministra de Ciencias por aconsejar una pomada para sanar unas enfermedades. Y sigue en capilla el ministro de Defensa, Diego Molano, a quien le ha ido muy regular en ese ministerio.
Como se agota este espacio, solo ruego a Dios que ilumine al piadoso presidente Iván Duque para ver si logra parar el paro, rodearse bien y oír recomendaciones de gente con experiencia para darle rumbo a un barco que hoy va a la deriva.
Lucy Nieto de Samper