Con un poco de exageración, Bogotá fue bautizada y llegó a ser considerada la Atenas suramericana. Era una ciudad amable, floreciente. Era la meca para los habitantes de otras ciudades colombianas, que anhelaban radicarse en la capital. Pero sin saber a qué horas, esta urbe tan progresista y con tantas y tan buenas condiciones para poder vivir bien pasó a convertirse en la ciudad más insegura y más peligrosa del país. Hoy es un centro de peligrosos delincuentes y pandillas de crimen organizado.
Antes, los ciudadanos podíamos salir a la calle sin gran miedo y sin especiales o mayores preocupaciones, salvo las normales en cualquier urbe de tal tamaño. Porque existía no solo una sensación de seguridad, sino también porque había agentes uniformados, encargados de vigilar y de proteger tanto a los ciudadanos como las diferentes actividades que se desarrollan habitualmente en pueblos y ciudades. Hoy, en cambio, la mayoría de los ciudadanos se sienten inseguros apenas cierran el portón de su casa. Y no es para menos. Los medios nos muestran a menudo cómo pandillas de rateros y de asaltantes hacen de las suyas en comercios, restaurantes, casas y apartamentos. Y cómo se pasean los ladrones y asesinos por la ciudad, sin preocupaciones ni problemas. Porque no hay a la mano una autoridad competente que se ocupe de impedirlo.
Como si estuviéramos en medio de la selva, en ciudades y pueblos colombianos reina la más completa inseguridad, y la más absoluta impunidad. Asaltantes y malhechores pueden hacer su agosto, saquear almacenes y lugares públicos, y despojar a los ciudadanos de todas sus pertenencias sin que aparezca autoridad alguna que pueda impedirlo o actuar cuando sucede. Reina una sensación de desamparo y de total indefensión, situación que aprovechan carteristas, asaltantes y todo tipo de delincuentes para hacer de las suyas.
Y en la capital de la república la seguridad de los ciudadanos es cada día más precaria y más preocupante. La criminalidad está creciendo a ojos vista, al punto de que hoy es posible tropezar en las calles de Bogotá con un bulto cualquiera, y que este contenga nada más y nada menos que un cadáver envuelto en una bolsa de plástico. Y son muchísimos y muy frecuentes los asaltos y los asesinatos callejeros, porque no hay suficientes autoridades competentes que den abasto para tratar de impedirlo.
La criminalidad está creciendo a ojos vista, al punto de que hoy es posible tropezar en las calles de Bogotá con un bulto cualquiera, y que este contenga nada más y nada menos que un cadáver.
Por eso la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, le había pedido al gobierno anterior más policía y más agentes de seguridad. Y lo cierto es que entonces el gobierno del presidente Iván Duque atendió esa solicitud. Sin embargo, no obstante el aumento del pie de fuerza, la inseguridad en Bogotá ha seguido aumentando, sobre todo en barrios populares como Ciudad Kennedy, Barrios Unidos, Puente Aranda y Ciudad Bolívar.
Ahora que la primera autoridad de Bogotá es tan buena amiga del señor Presidente de la república, confiemos en que esa cordial amistad se refleje en un más contundente y decidido apoyo del Gobierno central y en mucha más seguridad para los habitantes de Bogotá, que ya no saben qué hacer para defenderse de tantos ladrones y de tantos antisociales.
Ojalá que gracias a que el Presidente está disfrutando de su cuarto de hora de popularidad y de amplia mayoría parlamentaria, este sea un momento adecuado para pedirle más apoyo para la capital, ciudad a la que no le fue tan bien cuando el hoy primer mandatario fue su alcalde mayor.
Pero como nunca es tarde para reconocer errores y falencias y rectificar, confiemos en que al presidente Petro no se le hayan olvidado las dificultades que tuvo que capotear cuando fue alcalde mayor de Bogotá. Ahora, como primer mandatario de la república, y con todas las posibilidades a la mano para poder actuar como toca y como tanto se necesita, es el momento de que se reivindique con los habitantes de la ciudad capital que en gran parte y en buena medida quedaron desencantados con su desempeño, y no precisamente fueron sus fans en aquellos tiempos no tan lejanos.
LUCY NIETO DE SAMPER