Colombia sueña con ser una sociedad basada en conocimiento. Uno de los
grandes anhelos que tenemos como país en materia de ciencia, tecnología e
innovación (CTeI) es que se logre incrementar la inversión con una meta del 1,5
por ciento del PIB en 2030. Es decir que seamos capaces de saltar de una limitada
inversión de $ 3 billones hoy a una cercana a los $ 17 billones a precios de hoy.
Además, también reorientar nuestra mirada hacia el conocimiento endógeno. Un
reto es lograr consumir y movilizar más el conocimiento que se produce en el país
para repensar las políticas públicas, generar estrategias y acciones que le
apuesten a la autonomía científica y tecnológica. El país tiene un bajo nivel de
consumo de ciencia propia.
Que naciones como Suiza, Suecia, el Reino Unido, Estados Unidos, Corea del Sur,
los Países Bajos, Finlandia y Singapur estén en los primeros lugares en el ‘ranking’
de innovación no es gratuito. Se debe a que trazaron una estrategia basada en
conocimiento. El conocimiento también debe ser usado para reconstruir nuestro
modelo productivo y orientarlo hacia uno en el que la innovación está centrada
en aprovechar nuestra fortaleza como potencia mundial en biodiversidad y otros
recursos, por ejemplo, y ser dinamizadores del desarrollo a través de la
generación de valor agregado a los productos y servicios del país.
Esto no es nuevo en sí mismo. Por ejemplo, en la historia del desarrollo de la CTeI,
uno de los momentos con mayor innovación fue durante los años sesenta, cuando
se definió el programa Apolo. Una meta ambiciosa en la que los beneficios han
estado, más que en el hecho histórico y sin precedentes de alcanzar la meta, en
cómo la ciencia fue superando cada uno de los obstáculos que el camino
representaba.
Hay una ruta, la planteada por la Misión de Sabios, basada en ocho focos
temáticos: ciencia básicas y del espacio; biotecnología, bioeconomía y
medioambiente; ciencias de la vida y de la salud; ciencias sociales, desarrollo
humano y equidad; energíassostenibles; océanos y recursos hidrobiológicos;
tecnologías convergentes e industrias creativas y culturales.
Hay que seguir trabajando en consolidar la estrategia, una apuesta que deben
asumir los gobernantes de manera consecuente, con el potencial como apuesta
de país. Sin embargo, es importante decir que cualquiera que sea la estrategia
que se plantee, debe primero visionar la consolidación del ecosistema de CTeI.
Este ecosistema, un punto estratégico que, dividido en eslabones, nos muestra
una cadena de valor para que la CTeI sea apropiada por la sociedad e incorporada
en los procesos productivos del país.
En este contexto, resalto tres eslabones que nos muestran las dificultades que
debemos enfrentar. El de divulgación, para afrontar el reto de democratizar el
conocimiento y hacer de ella un bien público. El de transferencia, centrado en
crear las condiciones para que el conocimiento –fruto de la investigación– se
traslade al sector productivo, nos muestra lo deficiente que es la articulación
universidad-industria. Existe un índice, el de Colaboración de Investigación
Universidad/Industria, el cual decreció en promedio 2,1 por ciento cada año entre
2014 y 2019. Otro eslabón, el de la apropiación social de la CTeI, centrado en
cómo el ciudadano del común se apropia del conocimiento. Encontramos que
solo el 1 por ciento de los productos de la investigación del país son divulgados y
compartidos en espacios de participación ciudadana, en un lenguaje accesible.
Otro punto es la diversidad regional del país. Si comparamos los departamentos,
el , desarrollo y aplicación de la CTeI es bastante desigual. El Gobierno
tiene un índice departamental de innovación que compara a los departamentos a
través de varios indicadores. Entre estos tenemos el de creación de conocimiento
y tecnología. Tres departamentos, Cundinamarca –incluida Bogotá–, Antioquia y
Santander están en el grupo alto. Pero tenemos 13 que están en el grupo bajo,
incluso, tres punteando cero, y justo estos son departamentos de la región
Amazónica y región Pacífica, donde hay menos capacidades instaladas. Si no
logramos que estos departamentos acorten esa brecha en CTeI, terminaríamos
convirtiendo a la ciencia en otra trampa de pobreza.
Y todo lo anterior, complementado con mejorar el a la CTeI de niños,
niñas, mujeres, jóvenes, personas en condiciones de discapacidad, grupos étnicos,
entre otros. La ciencia es de todos, y cuanto más seamos constantes investigando
y promoviéndola, seguramente más avances tendremos en el país. Debemos
crear un verdadero ambiente prociencia e investigación en todo el país y para
todos los colombianos. Esta es la clave, para que podamos cerrar brechas de
inequidad y tener unas tasas de crecimiento económico mayores, que nos
permitan de acá al 2030 haber recuperado lo perdido en 2020-2021 y dejar una
senda de crecimiento y transferencia social del conocimiento para beneficio de
todos.
No tenemos que esforzarnos en parecernos a otros países, tenemos lo suficiente
para trazar una estrategia y construir un modelo propio.
MABEL TORRES TORRES