Los cursos de verano se acentuarán, en Europa, por la necesidad de huir físicamente del calor. A pesar de ello, creo que ya no es de Europa de donde vienen las vanguardias. Fernández Buey cuestionó la no contemporaneidad de la historia de hoy. Pero ya Hannah Arendt había escrito, en 1968, que, por primera vez, todos los pueblos tenían un presente común. La barbarie. Se refería, cómo no, a la posibilidad de destrucción nuclear, asunto que creíamos cosa del pasado, y que ha vuelto, de manera peligrosa y combinada, como Chomsky mediante la disyuntiva: cooperación o extinción. Desde la India vienen otros pensamientos: Noah, Mishra, Sen.
Formas de ver el mundo que surgen en los continentes olvidados. África, Asia, ¿Latinoamérica? Mishra escribe que las dos formas en que la humanidad puede autodestruirse están convergiendo. Empecé por los cursos de verano porque deberían incluir estos temas, y no es así. Los profesores que vienen de Occidente siguen hablando de sistemas de robótica (¿o de IA?). Si la realidad que está sobre la mesa es la crisis total, que es la ecológica y la humana, devastaciones ambas de la vida y de la cultura, me pregunto por qué no estamos enseñando eso. No en cursos de verano (ocho días), sino en programas permanentes que aborden la contemporaneidad de un mundo en vías de colisión, como decía Max Neef. Para enseñar una nueva idea del progreso es preciso empezar por entender la barbarie. Y no hay desafío mayor para la academia. Por qué seguimos enseñando la vieja idea del siglo XIX, que estalló en mil pedazos y no queda de ella más que el mito que, en su origen, fue. Terraplanismo en estado puro. ¡Qué gran ingenuidad! Creer en un mundo que podía crecer infinitamente prodigando recursos y absorbiendo contaminación. Creer que la felicidad (léase también la equidad) podía lograrse mediante la libertad expansiva de los mercados y la anulación rabiosa de las regulaciones. ¿Por qué seguimos enseñando estos mitos como verdades científicas? La mano invisible de los mercados, la superchería de una tecnociencia capaz, incluso, de derrotar la entropía. ¿No sabemos, acaso, que esto ya rebasó todos los límites? La idea de progreso lineal es europea. Postula la inadecuada ontología del Homo economicus. Del sur sobreviviente debe surgir la idea de un progreso en espiral, que aprenda de sí mismo y reconozca que el mundo debió ser hecho a escala humana, y no a escala inhumana: la barbarie.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY
@Guzmanhennessey