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Ecos de una extraña declaración

Solo tiene una explicación. El nobel está en campaña para ser secretario general de la ONU.

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Hace pocos días, en una entrevista con The New York Times, el expresidente colombiano y nobel de paz, Juan Manuel Santos, pronunció una frase difícil de digerir.
El exmandatario alertó sobre la “excesiva atención que los países occidentales están depositando en la guerra en Ucrania”. Dijo que era un “peligro descuidar otros desafíos mundiales, incluido el cambio climático”. Y afirmó que Ucrania “está absorbiendo toda la energía, cuando hay alrededor de otros 100 conflictos en el mundo”. ¿Qué pudo haber llevado al nobel a semejante declaración?
Y llegó el 24 de febrero, funesto aniversario del inicio del conflicto bélico más trágico del planeta desde la Segunda Guerra Mundial. El orden del mundo cambió. La Otán recuperó su vigencia y se restablecieron relaciones que se creían maltrechas entre EE. UU. y los europeos. El planeta no deja de hablar de ello.
Mencionemos varias premisas. Uno: no es cierto que, porque Rusia no se tomó a Ucrania en 15 días, como lo prometió Putin, esté derrotada. Dos: el presidente Biden, en heroica trayectoria a sus 80 años, arribó en tren a Kiev como en la vieja guerra fría de espías y declaró desafiantemente: “Una victoria de Putin es imposible”. Tres: es imposible más bien una derrota, porque indefectiblemente precipitaría su caída, a la que ni “por el putin” está dispuesto a someterse. Es que, si capitula, implicará arriesgar las dos reconquistas más importantes de su país: el control de Crimea y del puerto de Sebastopol, que asegura la salida de su fuerza naval hacia el mar Negro y por esa vía, al mar Mediterráneo y al océano Atlántico.
Ante la visita de Biden a Kiev, Putin rompió el acuerdo antinuclear firmado en 2011 con EE. UU., y con ello abrió vía libre a iniciar una contraofensiva con armas de ese peligroso calibre. Si las activa, es posible que no resultarán nada parecido a las que atacaron a Hiroshima y Nagasaki; igualmente aniquiladoras, sí, pero las nuevas armas tácticas nucleares estarán mucho más dirigidas a un blanco directo, civil o militar. Lo más triste es que entre más cerca esté Ucrania de algo que se parezca a una victoria, la situación se tornará aún más grave y peligrosa, porque más próximos estarán los rusos de desatar ese conflicto nuclear. Como la visita de Biden a Kiev dejó la impresión de que esta guerra es entre Rusia y EE. UU., lo más parecido al fin del mundo, incluso que el cambio climático, sería un agarrón nuclear entre EE. UU. y Rusia.
Ucrania no hace parte de la Otán. Iba a entrar. Es más: el conflicto empezó porque Putin se sintió amenazado ante esa posibilidad. Pero ya esta no existe. Y, según el presidente Macron, ni EE. UU. ni la Otán responderían ante un ataque de armas nucleares de Rusia a Ucrania con la misma moneda. Intensificarían su ayuda armamentística y económica a Ucrania, pero probablemente seguiremos sin ver por allá ni soldados gringos ni europeos. Por lo pronto, la resistencia de Zelenski y la valentía y resiliencia del pueblo ucraniano las aplauden en muchos países del planeta y hasta se ha puesto un poco en ridículo la sofisticación del ejército ruso; pero con respecto a que eso signifique la derrota de Rusia, pues no hay un solo soldado ucraniano invadiendo, atacando, o siquiera pisando el territorio de su archienemigo.
Con la intervención de China, que propone 12 puntos para acabar el conflicto que Santos tanto minimiza, a lo mejor el fin de esta guerra se vislumbra si Rusia se queda con lo que ya usurpó de Ucrania, y se repliega. Pero un año después del comienzo de la invasión rusa, ni Ucrania se rinde, ni Rusia se ha mostrado dispuesta a parar su embestida.
Mientras tanto, la Asamblea General de la ONU aprobó el jueves, con 141 votos, 7 en contra y 32 abstenciones, una resolución que condena la invasión rusa. Aplastante votación. ¿Qué hace, entonces, el expresidente Santos pidiendo que le bajemos la atención a Ucrania, que ha puesto al mundo patas arriba en todos los aspectos, desde económicos hasta socio-políticos y culturales, y donde se están cometiendo crímenes de lesa humanidad, incluidos genocidios, desplazamientos forzados y el robo de niños ucranianos, cuyo rastro se pierde en Rusia en una telaraña de adopciones?
Solo tiene una explicación. El nobel está en campaña para ser secretario general de la ONU. Como Rusia tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, y cualquier veto de sus demás permanentes lo impediría, Santos dio su primer paso para eliminar esta posibilidad y de carambola, quién sabe, hasta el veto de China.
Campaña larga, de tres años, en la que pasito a pasito va acercándose al resultado. Pero cuya aspiración no confirmará hasta que la tenga totalmente asegurada.
Entre tanto... Ahora Petro se buscará un hospital bien malo en Colombia, que los hay, para borrar el oso de la publicación de los hospitales de Venezuela.

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