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¿En vísperas de romper la regla fiscal?

No es improbable que este gobierno, basado en populismo asistencialista, dispare el gasto público.

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Una de las prácticas más sagradas y que los gobiernos (porque el mecanismo funciona en muchos países) han intentado cuidar con esmero, igual al que le pone el Banco de la República a controlar la inflación, es la llamada regla fiscal.
Se trata de un valioso mecanismo de control del endeudamiento de los gobiernos para tener a raya el déficit fiscal, restringiendo los gastos. Está vigente desde el 2011, para que los gastos estructurales correspondan con los ingresos estructurales. Igual a como se debe manejar un hogar: no excederse en gastos que no se puedan cubrir con los ingresos familiares y que no sea posible ahorrar para épocas de vacas flacas.
Pues las apuestas giran a que en este gobierno la regla fiscal comenzará a inclumplirse desde el 2024, es decir, a partir del año entrante.
Muchos, menos los exportadores, estamos felices con la caída del dólar. Ante ello, el gobierno Petro saca pecho, que dizque porque eso significa que el concepto de “riesgo país” está controlado en los mercados internacionales. Puede ser cierto por ahora, pero no es propiamente gracias a un ministro de Hacienda zalamero con el Presidente, de posturas ambiguas y que con frecuencia se comporta como un propagandista político.
Economistas muy serios dicen que en un comienzo se rieron de una posible explicación, pero que hoy creen en ella porque resulta bastante plausible: que los mercados internacionales y los inversionistas extranjeros se tranquilizaron con la caída de las reformas de Petro en el Congreso. Además, porque está entrando mucho dólar de las petroleras que están pagando los impuestos que les clavó la reforma tributaria del año pasado. El gasto fiscal sí está disparado y se espera que crezca del 16 al 20 por ciento del PIB, frente a la gran incertidumbre que hay sobre los ingresos. La economía se calcula que no crecerá el año entrante más de un 1 o 1,5 por ciento, lo cual implica que las entradas por impuestos tampoco serán muy jugosas.
Una de las entidades más serias que vigila el cumplimiento de este mecanismo es el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, con una independencia parecida a la del Banrepública, pero adscrito al Ministerio de Hacienda. En reciente comunicado, la Carf deja flotando serias dudas sobre el cumplimiento de la regla fiscal a partir del 2024. Por ejemplo, ninguno de los costos que van a implicar las reformas pensional, de salud, laboral y ahora la de educación, están contemplados ni en el presupuesto ni en las proyecciones de gasto. Tampoco hay cobertura para la avalancha de nuevos gastos que anuncia el Gobierno, como los ingresos de los viejitos y la plata que ofrece, no sabemos cuánta ni a cuántos, por “no matar”. Tampoco para los dineros que terminarán costeando los compromisos que surjan de los diálogos de la paz total.
Este, además, es un gobierno supremamente asistencialista, que basa su poder en acostumbrar a los colombianos a que les regalen cosas. Y de eso ellos no se van a dejar desmontar ya nunca jamás.
Pero, además, a las proyecciones de ingresos al presupuesto les hicieron una trampita: pretenden contabilizar por primera vez en la historia las conciliaciones que se logren en los litigios de la Dian con los grandes contribuyentes que están en mora y que a pesar de que sería buena plata, como 15 billones de pesos, expertos no aconsejan que esos ingresos, que son extraordinarios, de una sola vez, se sumen para pagar gastos permanentes y por lo tanto no pueden contabilizarse sanamente a favor de la regla fiscal.
¿Y qué pasa si la rompemos? Pues que el país perdería un importante instrumento para que el resto del mundo sepa cuál es el compromiso de Colombia con el manejo de su economía. Y si la percepción del “riesgo país” sube, lo mismo pasará con los intereses de la deuda. Que le presten plata a Colombia resultará mucho más costoso y la inflación, que todavía no está controlada a pesar de lo que Petro dijo en su discurso en el Congreso, entre tantas otras mentiras, podría dispararse aún más, para no hablar de que los inversionistas extranjeros mantengan su disposición de seguir trayendo plata a este país.
Hasta ahora, en buena parte por el respeto a la regla fiscal, existe sobre Colombia la visión de que somos un país con instituciones tan fuertes, que hasta aguanta un pésimo gobierno como este. Pero quebrada la regla fiscal, no es improbable que este gobierno, basado en el populismo asistencialista, dispare el gasto público y quedemos convertidos en un país donde no quedará en pie sino lo que el viento no se llevó.
Entre tanto… ¿Y si el Presidente disminuyera sus paseos internacionales en avión, ya no de a dos por mes, no estaría poniendo su granito de arena y no solo su bla-bla-bla, para descontaminar el planeta? Porque en eso es bastante contradictorio... Viaja como un capitalista al que no le preocupa para nada su cacareado fin del mundo.
MARÍA ISABEL RUEDA

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