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Petro: ¿nobel de paz?

Lo mejor que podría dar en la mediación con Venezuela es un consejo, no para Maduro sino para Biden.

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Al tiempo que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, está acabando con el país, ha logrado engañar con su supuesta genialidad a la comunidad internacional.
Coincidencialmente, esta semana el Dane anunció el pobrísimo crecimiento del PIB del 0,6 %. Y el mandatario casi deja sin infraestructura al país. Finalmente logró trancarlo la alarma de las voces sensatas de los expertos, cuando este pretendía sacarle al presupuesto 13 billones para meterle a la campaña presidencial del 2026, que él prematuramente ya inauguró. El peligro se conjuró con un decreto de yerros.
Pues engañada por Petro, esta semana recibimos varios regalitos envenenados de la comunidad internacional.
Tuvimos, por ejemplo, carta-regaño del secretario de la OEA, Luis Almagro, insinuando que hay en marcha un inminente golpe contra Petro, cuando las evidencias indican todo lo contrario: que fueron las huestes de Petro, que incluyeron maestros y hasta un par de ministros del gabinete, las que se permitieron varias horas, por cuenta de la inacción de la Policía, hacer lo que les viniera en gana en las calles; cinco horas duró el asedio de violentos manifestantes a la Corte Suprema, mientras que el Presidente declaraba que todo lo que veíamos era pura paja, como si estuviéramos alucinando. Según él, los magistrados pidieron que la Policía no actuara para que pudieran quedarse trabajando en sus oficinas, así fuera con hambre, porque comida tampoco dejaron entrar. La versión fue desmentida luego por la propia Corte Suprema y la Constitucional. Un segundo mensaje de Almagro reconoció tibiamente que aquí lo que estaba en juego era la independencia de la Corte, pero, nuevamente, quién sabe aconsejado al oído por quién, exigió que le apuraran a elegir fiscal.
Luego fue la ONU, como si no tuviera nada que hacer en Ucrania, en Rusia, en Israel, en Gaza, en Corea del Sur, en Venezuela, la que instó a la Corte a seleccionar fiscal colombiano “en el menor tiempo posible”.
Para completar, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos hizo lo mismo: con cierto tonito, le exigió a la Corte que reemplace a Francisco Barbosa “a la mayor brevedad posible”. Insólita esta intromisión de organismos extranjeros en la oportunidad en la que nuestras cortes toman sus decisiones.
No hay duda: el canciller Álvaro Leyva, suspendido por tres meses, fue eficaz, dirigido con bozal por el presidente Petro, para colocar fichas de activistas cuidadosamente seleccionados en posiciones claves en el mundo con el objeto de influir en gobiernos y en organismos multilaterales, en ONG y hasta en el Parlamento noruego para candidatizar a Petro para Nobel de Paz, que últimamente, tal parece, no se concede por resultados sino por intenciones. Al mismo tiempo, la izquierda internacional se mueve por el mundo con impresionante agilidad y eficiencia.
Tanto ha calado el engaño de Petro por fuera que hasta el primer ministro, Netanyahu, le pidió oficialmente mediar en la devolución de los rehenes tomados por Hamás, ya que Petro tiene el “mérito” de ser uno de los pocos mandatarios del mundo que no condenó a este grupo terrorista por la matanza de israelíes que desencadenó esta carnicería en Gaza. Buena palanca sí debe ser.
Ahora es EE. UU. el que le pide mediación a Petro. Está quedando en ridículo por la ingenuidad con la que se ha dejado humillar de Maduro, suavizándole al régimen las sanciones económicas y soltándole a Álex Saab. A cambio, Maduro reiteró la condena del Tribunal Supremo de Justicia, que él maneja, contra su opositora María Corina Machado, por 15 años; tomó presa a otra activista, Rocío San Miguel, a su padre, hija y hermanos. Y esta semana echó del país a la Misión de Derechos Humanos de la ONU. Moñona.
Lo mejor que podría dar Petro en la labor de mediación que le ha solicitado EE. UU. es un consejo que no sea para Maduro sino para Biden. Lo que Maduro necesita no es una salida electoral, sino una jurídica. Él y su entorno, los Diosdados, los Vladimires Padrino, los Tareck el Assami, en total, cerca de 14 funcionarios, tienen un largo prontuario en EE. UU. y en muchas partes del mundo que los dejaría al garete de la justicia el día en que ya no estén en el poder. Están acusados de narcoterrorismo, corrupción, tráfico de drogas y otros cargos criminales, como la corrupción de los militares con el cartel de los Soles. Por ejemplo, solo a Maduro lo espera en EE. UU. una pena de cadena perpetua.
De manera que a Maduro no le interesa el día antes, en el que estamos, sino el día después, cuando, derrotado en las elecciones, lo capturen y lo extraditen y hasta ahí llegue su leyenda.
¿Estaría EE. UU., con su pragmatismo, dispuesto a concederle un paz y salvo o una amnistía a Maduro y a su círculo para que se vaya? Que Petro, en el que tanto confían, le pregunte al presidente Biden.
MARÍA ISABEL RUEDA

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