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Petro se discursea en la ‘Sorbonne’

Es tremendo este discurso por los infantilismos, obviedades, ramplonerías y lugares comunes.

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Al público que escucha los discursos de Petro le pasa más o menos lo mismo que a las cobras con las flautas de los embrujadores de serpientes: que no oyen sino vibran al ritmo del instrumento. El público petrista, que tampoco escucha, aplaude al ritmo de lo que llamaría Lula da Silva “la narrativa” que sobre Petro tienen en sus mentes.
Al ininteligible discurso ante los estudiantes de la Universidad de Stanford, ahora vino el de la “Sorbonne”, como pronuncia Petro, cual hijo predilecto de esa élite intelectual.
Aunque pocas bolas le pusimos, el discurso las merecía. Nos lo clavaron disfrazado de alocución presidencial cuando, afanosamente, el equipo de Palacio intentaba rellenar su misteriosa desaparición en París. Por motivos de espacio no lo puedo transcribir todo. Pero arranca con la genialidad de que si no pasamos en Colombia del “pensar al actuar”, estaríamos “manejando un carro de alta velocidad sin luces en la noche”. ¿A alguien le aclarará la vida tan profunda reflexión?
Y de ahí brinca a la reforma laboral que le hundieron en el Congreso, cuyo análisis rompe con otra sorprendente reflexión: “Si se es colombiano o latinoamericano o subsahariano, no es lo mismo que si se es francés y blanco”. (?) Le hace un saludo al general Pétion, pero a renglón seguido recupera el hilo: “Al presentar la reforma laboral no se buscaba más que si pasan las seis horas de la tarde y se hace la noche entonces se paguen extras, es decir, un mayor salario que si se trabaja de día. Que si llega el sábado y el domingo y se trabaja, se paguen los festivos. Que si se entra a trabajar, no te contraten por un mes o dos. Que si eres mujer, el patrón te acosa sexualmente” (sic).
Y explica que si con la reforma se estuviera imponiendo el comunismo, “lo primero que hubiera tocado hacer, y esa zona de discusión es muy interesante hacia el futuro, era que los medios de producción en Colombia no les pertenecieran a los actuales (dueños) sino que fueran comunes”. (...) ¿Entonces, por qué dicen que estamos construyendo comunismo en Colombia las voces de la extrema derecha? Porque hay una persona negra de vicepresidente. Según esto, toda África debe ser comunista”. (Risas y aplausos de los presentes). “Les parece deleznable que personas de esas capas que consideraban inferiores por esa mentalidad anacrónica premoderna derivada de la esclavitud, y me incluían a mí, pudiéramos gobernar a Colombia”.
Y arranca ahí en su discurso el duelo entre la que denomina “señora de los tintos” y el “señor de la oficina”; este “puede tener riqueza, poder económico, bancos, empresas, pero la señora de los tintos, niños y niñas; hay que proteger a la señora de los tintos del señor de la oficina”. (...) “Y si ella le cayó mal, la puede echar al mes siguiente, como si (...) todavía estuviéramos en los tiempos del cepo y la cadena, como en la esclavitud”. La “señora de los tintos” y el “señor de la oficina” serán mencionados muchas más veces en el discurso en la “Sorbonne”; no sin añadir que Colombia quiere regresar a la Inglaterra denunciada por Charles Dickens, “la de las chimeneas de hollín y de carbón, donde hubo que hacer la primera huelga en el mundo para que la jornada laboral no fuese de 12 horas ni de 16, sino de 10”.
Luego destapa su conocida bronca contra los medios de comunicación: “Los esclavistas herederos son los dueños de los medios, por eso convocaron las marchas, a las que no salieron ni la señora de los tintos, ni la enfermera ni el hombre que pega los ladrillos o pone los vidrios de los edificios, sino una clase media arribista”.
Cierra con estas frases célebres: “¿Cómo nos van a decir que es un mal sistema de salud cubrir todo el territorio nacional con equipos médicos pagados por el Estado para que no aparezca la enfermedad y cuando aparezca, se pueda curar con más facilidad? (...). El dinero público es de todas y todos los colombianos, destinado a fortalecer el hospital y el puesto de salud. ¿Cómo evitar que se quede en manos de un personaje que lo dedica a comprar aviones particulares para comer con sus novias en Miami?”.
Y esta última: “A la Colombia pobre la dejaron sin la atención de salud; (...) los hospitales buenos privados chéveres quedaron donde están los cajeros automáticos, de donde se saca el dinero”.
Pero eso sí: nuestro presidente Petro, sobre el tema de las violentas protestas en Francia por el aumento de la edad de jubilación, guarda un prudente silencio, porque “no me puedo meter en la política interna de Francia”.
Ah. Y el cierre con broche de oro. “Pablo Escobar no es hijo del pueblo colombiano sino de la oligarquía que lo construyó”.
La verdad, es tremendo este discurso de Petro por los infantilismos, obviedades, ramplonerías y lugares comunes que contiene.
En lo que se le entiende, digo.
MARÍA ISABEL RUEDA

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