Gran interés ha despertado la escenificación de la novela de García Márquez ‘El coronel no tiene quien le escriba’. Muchos aplausos en el Teatro Colón. La última función será el 24 de octubre. Para quienes amamos este arte, haber asistido a los ensayos previos y al estreno fue especial. El talento de los actores crecía a medida que encarnaban sus personajes.
El libreto de Verónica Triana, espejo de la novela, muestra dignidad herida, resistencia, sueños de rebelión, indolencia estatal, dolor, enfermedad, corrupción y hambre, tormentos que sufre la pareja de ancianos protagonistas: el coronel y su mujer. Estas realidades, constantes históricas de pobreza en nuestro país, tienen poco de mágico, aparte la adjetivación particular del escritor que incluye para contrastar, momentos de humor.
Una pregunta va para los expertos en el lenguaje de nuestro nobel. ¿Puede el llamado “Realismo Mágico” salir de la literatura para ser llevado a escena? Creemos que cuando el talento literario coincide con el escénico, no existen barreras. Sin embargo, nada fácil escenificar por ejemplo el cuento del mismo autor ‘La prodigiosa tarde de Baltazar’, cuya protagonista es una jaula, “la más bella del mundo”. ¿Cómo presentar esta hipérbole en las tablas? Seguro que cada persona del público tiene en mente una más hermosa.
Así, en ‘Cien años de soledad’, aparte de las incontables mariposas amarillas y de la subida al cielo, entre alas de sábanas de la extraña, elemental y pura Remedios la Bella, no hay más momentos mágicos. Dice la leyenda que este personaje de fábula nació de una jovencita virgen que se voló con un chofer y de ella no se supo nada más. Puro realismo.
El maestro Guillermo Angulo, gran lector y amigo de García Márquez, cuenta de sus conversaciones con Carmen Balcells, la agente literaria del nobel, que la empresaria estimuló el famoso ‘Boom’ latinoamericano al identificarlo con el llamado “Realismo Mágico”. El escritor venezolano Uslar Pietri lo acomodó por primera vez para distinguir el fenómeno literario de esta zona geográfica, de otros estilos similares. Alejo Carpentier lo llamó “Lo Real Maravilloso”. La obra, ya dirigida con acierto en Nueva York por el propio Jorge Alí Triana y enriquecida con la presencia de Laura García, emociona desde el libreto hasta la dirección, desde la escenografía minimalista hasta la coreografía, iluminación y música inspirada en lo caribe.
Una actuación cumbre e inolvidable de la anciana madre sin nombre, un abanico de contrastes que va de la desesperación de reconocerse huérfana de hijo a la dulzura de recordar que alguna vez cantaba. De la angustia por vender lo poco que tiene a la anhelante pregunta que cierra la obra.
El gallo de pelea es el protagonista más juicioso en escena. Solo cacarea ante el peligro de ser convertido en festín gastronómico.
Germán Jaramillo, en el complejo papel de El Coronel, con la resignación mantenida del iluso que espera cada viernes lo que nunca llegará, nos convence de que “la vida es la cosa más bella que hay” hasta la última palabra de la obra, esa, cuyo significado carece por completo de magia en todos los idiomas. Un talentoso elenco de actores principales, Santiago Moure, John Alex Toro, Luis Hurtado, Christian Ballesteros, Víctor Navarro y Diego Sarmiento, fortalece una historia que se repite en nuestro país sin un claro hasta cuándo.
Dasso Saldívar, en ‘El viaje a la semilla’, dice que Gabo creía que “toda buena novela lo es en función de dos circunstancias simultáneas: ser una transposición poética de la realidad y una suerte de adivinación cifrada del mundo”. De ello goza también la obra teatral que comentamos.
MARTHA SENN