Teatro Colón, 130 años

La Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y el Coro de la Ópera festejaron con una atractiva gala lírica los 130 años de histórica existencia del Teatro Colón de Bogotá, la institución más importante y de mayor significado cultural para el país.

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Don Miguel Antonio Caro dejó dicho: “Espléndido monumento es el Teatro Colón, Núñez echó el fundamento, Cantini con gran talento dirigió la construcción... Allí todo mal se olvida y toda rara invención obtiene grata acogida, de caridad asida, la loca imaginación”.

Hagamos memoria: con su espectacular arquitectura de corte italiano, el Teatro Cristóbal Colón se inauguró el 12 de octubre de 1892 con un concierto ofrecido para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de América. Organizado por tres damas, gestoras de la cultura en la época, se escuchó un amplio repertorio de ópera, interpretado por los cantantes exitosos del momento. Poetas de renombre, incluido nuestro célebre Rafael Pombo, también recitaron sus obras.

En 1992, para celebrar el centenario, se organizó un concurso de composición, y excelsos maestros como Álex Tovar y Jesús Pinzón, Blas Emilio Atehortúa, Luis Antonio Escobar y Francisco Zumaqué escribieron partituras dedicadas a este acontecimiento.

En 1975, el teatro se declaró patrimonio cultural de la nación, centro inclusivo en el que la producción artística está al servicio de todos los públicos, donde los artistas se sientan acompañados en sus exploraciones creativas, buscando expandir sus miradas y lenguajes.

El homenaje que tuvo lugar el pasado 11 de diciembre con 60 artistas se inició con una obra de gran fuerza y brillantez de la compositora colombiana Amparo Ángel, que, por su naturaleza musical concentrada en instrumentos de cobre, alerta sobre algo importante que va a pasar: Fanfarria Colón, de la que esta artista dice “rememora el aprecio que el hombre ha tenido por la música y el valor que desde siempre le ha dado al arte de los sonidos”. Un excelente director de orquesta, el colombiano Roger Díaz Cajamarca, que se está luciendo profesionalmente en Europa, dirigió esta corta pieza musical desde el trasfondo de la platea, lo cual atrajo la curiosidad del público sobre lo que estaba sucediendo y lo que vendría enseguida.

En efecto, intentando repetir el programa inaugural del teatro, pero sin los poetas, y con la participación de jóvenes cantantes colombianos que adelantan exitosas carreras internacionales, se presentaron, entre otros, apartes de Carmen, de Bizet; El barbero de Sevilla, de Rossini; La favorita y Elixir de amor, de Donizetti; Rigoletto y La traviata, de Verdi.

Andrea Niño y Carlos Cárdenas demostraron ser cantantes bien preparados musicalmente, con voces naturales bien cuidadas y talento lírico suficiente para llegar a los escenarios internacionales sin mayor dificultad.

Los momentos estelares de la noche estuvieron marcados por La habanera de Carmen, que con su precioso acompañamiento sinfónico y coral permitió a la intérprete lucir garbo y voz. El cierre, con excelente interpretación de uno de los más apreciados y conocidos momentos corales de Giuseppe Verdi, Va pensiero, de la ópera Nabucco, emocionó y fue muy aplaudido.

El Ministerio de Cultura habría podido aprovechar este acontecimiento para presentar la política cultural del Gobierno para las artes escénicas. Nada de nada. Y eso que tenemos una ministra que viene de ese campo. El palco presidencial se vio solo y abandonado. Por otra parte, da pena la mala educación de un público que sigue mascando papas fritas y comiendo y bebiendo en los palcos. Hace falta una cafetería a donde dirigirlos en los intermedios. Ojalá el gobierno del cambio lo logre.

MARTHA SENN