Es útil mirar lo que ocurre en el mundo para saber cómo nos va en diversos aspectos de nuestra agenda de país. Las noticias suelen referirse a la economía mundial, al comercio o a los vaivenes políticos de muy diversas naciones que de alguna manera nos afectan, pero poco se habla de la educación en esta sociedad globalizada.
Para llenar ese vacío resulta de gran interés el libro ‘Educación universal’, de Juan Manuel Moreno y Lucas Cortázar, quienes analizan los desafíos y paradojas de la educación pública universal en el siglo XXI. A pesar de los avances logrados desde la Ilustración, los autores destacan que el sistema educativo actual enfrenta tensiones entre la igualdad de oportunidades y la búsqueda de distinción en resultados y estatus.
En el centro de esta tensión se levantan voces desencantadas por la incapacidad de progreso en los aprendizajes que se puede evidenciar a través de los resultados de pruebas como Pisa, que muestran el estancamiento e incluso el retroceso de algunos países en los cuales las brechas sociales se amplían. Otros se muestran descontentos con los procesos de masificación, pues a su juicio conducen a un deterioro de la calidad, que siempre estará atada a un cierto grado de elitismo.
Uno de los capítulos más interesantes del texto es el dedicado a la “educación en la sombra”, que hace referencia a la competencia que libran hoy las familias, especialmente en países de Asia y África, para llevar a sus hijos a competir por los mejores lugares en aquellas universidades que garantizan éxito en los mundos elitistas de la tecnología y la istración.
El sistema educativo actual enfrenta tensiones entre la igualdad de oportunidades y la búsqueda de distinción en resultados y estatus
Se hace referencia al mercado privado de clases particulares y servicios educativos complementarios en el que las familias invierten cada vez mayores sumas de dinero, reflejando una preocupación por el retorno privado de la educación, pasando a menudo por encima del beneficio público en términos de igualdad e inclusión. En países como India o China los institutos dedicados a preparar a los chicos para los exámenes de ingreso a las universidades están substituyendo en muchos casos a las escuelas formales, en las cuales ya no se tiene confianza.
Esta tendencia se relaciona tanto con el éxito económico de quienes han obtenido sus ingresos en virtud de sus méritos académicos, entre los cuales figuran los multimillonarios del mundo de la tecnología, como con una economía que privilegia la meritocracia dando mayores oportunidades laborales a quienes tienen mejores trayectorias educativas. Aunque no es claro que la meritocracia sea un factor que garantice la igualdad, es un hecho que quienes tienen peores resultados académicos están en desventaja frente a quienes han logrado mayores niveles de cualificación.
El libro trae reflexiones muy valiosas sobre el dilema entre los modelos colectivos y las exigencias identitarias, que se convierten en un campo de batalla político, cultural y económico. Se habla de las nuevas alfabetizaciones y del fracaso de reformas impuestas desde arriba sin contar con los docentes y las familias. En fin, demasiados temas para abordar en una columna de prensa, pero suficiente para señalar que mirar lo que ocurre más allá de las fronteras conduce a ampliar el marco de referencia que deberíamos tener.
Mi mayor preocupación desde hace tiempo es el deterioro relativo de los sistemas de educación pública en muchos países, frente a las ventajas que adquieren aquellos que pueden y están dispuestos a pagar más y más para que sus hijos accedan al conocimiento y a las mejores oportunidades. En el ámbito global es evidente que estaremos cada vez más rezagados, pues los mejores puntajes de nuestros jóvenes están en los niveles medios de la educación pública de los países avanzados. Como no estamos empeñados en resolverlo, estamos garantizando la reproducción de la pobreza, mientras hacemos discursos sobre la igualdad.
FRANCISCO CAJIAO